Histeria en Los Próceres

 

La ficción anda armada, desde luego.

La ficción anda armada, desde luego.

Julio Cortázar le dijo a Joaquín Soler Serrano en una entrevista que es realmente difícil hacer converger la información cotidiana y la ficción. Esto es algo que no les preocupó ayer en la Asamblea Nacional y en Los Próceres a Nicolás Maduro y Aristóbulo Istúriz

 

Sebastián de la Nuez

Quienes planearon el guión de las actividades del 5 de julio se propusieron, simplemente, borrar del mapa mental la información cotidiana y hacer ficción.

El gobernador de Anzoátegui hizo una amplia disertación, como orador de orden en la jornada oficial que celebraba los 204 años de la declaración de Independencia, sobre los logros del proceso revolucionario en 16 años. La mayoría de los datos que aportó son amañados, no comprobados. La Misión Vivienda no ha hecho las viviendas que dicen haber construido, y en su mayoría, las que han construido obedecen a parámetros de otros lugares, de otros terrenos, y es probable que con cualquier movimiento sísmico se vengan abajo (según expertos). No se tomaron previsiones en ningún caso sobre servicios públicos, algunos edificios se han convertido en centros de delincuencia. Sirven, eso sí, las construcciones del régimen, para lo que fueron planificadas: chantajear a la población más humilde en época de elecciones.

La tarde de ayer en la Asamblea y en Los Próceres fue una demostración de cómo un gobierno autoritario, decadente, insiste en lavarle el cerebro al pueblo. Fue la confirmación de que Maduro y sus congéneres se sienten acorralados por las últimas encuestas. Fue una imitación, con menos señorío, de lo que suele escenificarse en los actos oficiales de Corea del Norte. Fue, en última instancia, una puesta en escena para amenazar a la oposición democrática. Alguien comentó con ironía a través de Twitter que las granadas y lanzacohetes prolijamente señalados por el locutor de VTV, durante el desfile militar, seguramente terminarán, a la vuelta de pocas semanas, en manos de los grupos delictivos de la Cota 905 o de cualquier otra zona.

La jornada concluyó en una disertación bastante histérica por parte del presidente Nicolás Maduro: la guerra económica es la culpable del desabastecimiento, y el desabastecimiento lo lidera Fedecámaras. Cerraría el general que coordinó o dirigió la puesta en escena propiamente dicha, Ornella Ferreira, con una frase preconcebida deliberadamente, de una manifiesta disposición no democrática: “La patria indefectiblemente continuará por el camino de la revolución”.

El estado mayor conjunto, o como se denomine el alto mando militar, podría muy bien proponerlo en las listas del PSUV para las próximas elecciones parlamentarias.

Fernando Soto Rojas, el antiguo camarada del MIR, fue utilizado como abreboca del discurseador de orden. Un hombre de quien nadie duda: lleva una aureola de impoluta honestidad. Lo han refrendado una y otra vez sus viejos compañeros que nada tienen que ver con el chavismo. Por eso mismo la jugada se hizo más evidente: se necesitaba una voz honesta para borrar la cotidianidad de un régimen de cómplices que calla, y por lo tanto otorga, escándalos de corrupción que cruzan el Atlántico y se devuelven como una llamarada que la camarilla en el poder apenas logra ignorar. Escándalos que igual serpentean sobre el río Bravo, donde hay un grupo de prosecutors que espera en la bajadita a que este gobierno termine de hacer aguas.

Sin embargo, todavía ese hacer aguas puede que esté lejos: el sábado en la mañana, quien esto escribe se bajó de su carro a hacer unas fotos de la descomunal cola apostada frente al Bicentenario de Terrazas del Ávila. Este fue el diálogo con una señora mayor parada detrás de una gigantesca fila de motos:

—Y usted, ¿a qué viene? —se alarmó la buena señora.

—A tomar fotos de esta tragedia, señora. ¿No le parece una tragedia? ¿Qué están vendiendo hoy aquí?

—De todo… No es ninguna tragedia. Tragedia sería si no hubiera comida —ripostó muy segura de sí.

La cola llegaba a la autopista. A la buena mujer eso no le parecía, en absoluto, una tragedia.

No solo eso: ya se levanta todo un comercio satelital alrededor de la escasez y del nerviosismo por los productos de primera necesidad. Aparte del, al parecer, enriquecedor oficio del bachaqueo, se abren otras oportunidades de negocio: un cartel, colgado de un árbol en la acera opuesta al Bicentenario, y exactamente donde comenzaba la enorme fila de motocicletas aparcadas, pregonaba que la vigilancia de tu moto te va a costar veinte bolívares.

En la señora con la cual dialogué brevemente frente al Bicentenario sin duda habrá hecho diana el guión del 5 de julio en la Asamblea y en Los Próceres, con su populismo y sus omisiones. Para la señora hay un culpable bien claro. Para la señora no existe la corrupción; para la señora, las 240 mil víctimas de la violencia son mera manipulación mediática. Para la señora ni siquiera hay desabastecimiento. Basta hacer una cola de seis horas para comprobarlo.

La información cotidiana no existe; existe la ficción cacareada cientos o miles de veces.