Liscano, el poeta espiritual

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Para recordar la obra literaria de Juan Liscano, he aquí esta entrevista imaginaria escrita por una estudiante de Comunicación Social. Hace pocos días, el 7 de julio, se cumplieron cien años de su nacimiento y solo el ensayista Miguel Ángel Campos aludió a la fecha desde su página de Facebook

 

Fabiana Mogollón

Se disculpó por la espera ocasionada. Detesta que lo presionen. Luego, sin pronunciar palabra alguna, con ese silencio que lo ha caracterizado siempre, sacudió una pelusa de su chaqueta y cruzó las manos. No hubo sonrisas. Ni siquiera una. No suele regalarlas a cualquiera. El poeta, erguido, se mantuvo sobrio por unos segundos. No llevaba corbata, suele prescindir de ella. Camisa de cuadros bien planchada, traje gris: es su color predilecto. Así es la imagen de Juan Liscano Velutini, a quien sus amigos llaman Don Juan y definen como un poeta osado y brillante.

En la actualidad sobrepasa los 85 años. Pero fue en 1950 cuando esa genialidad rindió frutos, y lo convirtió en el merecedor del Premio Nacional de Literatura. En ese tiempo dio una muestra de su versatilidad como director de Monte Ávila Editores, y de la revista de divulgación internacional Zona Franca.

Fue enviado por su madre a Francia para que estudiara lejos de casa siendo aún muy joven, ¿qué experiencias obtuvo durante su larga estadía en Europa?

—Mi viaje a Europa fue una huida del ambiente del país. Estuve en Francia, España, Suiza e Italia y compartí con los franceses la agonía de Europa cuando terminó la Primera Guerra Mundial. En París terminé la primaria y presenté el bachillerato en el que opté por humanidades. Aprendí el francés y lo hablé mejor que el español. La inducción a la literatura se la debo a profesores españoles y franceses, de quienes aprendí mucho. París forma parte de mi infancia y adolescencia. Forjó mi personalidad.

¿A partir de esa época surgió su pesimismo ante la condición humana?

—Sí, pues consideraba que no había posibilidad de renovación, y eso no ha cambiado mucho, porque antes de todo este desastre, ya se acrecentaba el acercamiento del hombre hacia los ritos, al chamanismo y los mitos milenaristas que no tocaban el nivel espiritual. Un hombre vivo, pero sin espiritualidad, es un muerto en vida. Hoy somos los inestables transeúntes de las nuevas ciudades brotadas entre los escombros de los pueblos nativos. Pasamos, sin saberlo, de lo acabado a lo reciente, desconocido y malgastado.

Comenzó a estudiar Derecho, pero no terminó y prefirió otra profesión. ¿Por qué decidió dedicarse a la literatura?

—En cierto modo trabé amistad con condiscípulos que detestaban la atmósfera de entreguerras y el ambiente belicista de la Europa de ese tiempo, y su única ambición era la literatura. Cuando volví a Caracas me uní a los grupos que estaban entablando una polémica de las nuevas ideas y me pareció que mi espíritu se avenía más con este estilo de pensamiento literario. Esa, como muchas otras decisiones en mi vida, no fue aceptada por mi familia. Lo consideraban una deshonra.


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 Con las manos cruzadas y la mirada punzante que lo caracteriza rememora el año 1943, cuando fundó Papel Literario: una publicación que ha sido referencia de la literatura y el pensamiento venezolano. Esa aventura del periodismo literario emprendida por Don Juan, ha continuado en el tiempo. Se siente muy orgulloso de su creación. Su rostro sereno lo confirma.

Cuénteme qué campo de la literatura le proporcionó más satisfacción y a cuál le dedicó más tiempo.

—A cada campo, como usted dice, le dediqué el tiempo que el oficio requería. De tal manera que la investigación sobre cantos, bailes populares y rituales propios de gente auténtica colmaron mi interés por el conocimiento y la comunicación con las culturas a las que pertenecían dichos rituales. Sin embargo, mi mirada también se posó sobre la majestuosidad del poema, el artículo periodístico, la edición de textos y el ensayo donde ensalzo lo americano, lo apocalíptico-ecológico, lo trascendente, lo sexual y erótico-cósmico que surge de mi juventud, cuando tenía curiosidad en entender la sexualidad y el erotismo, a los que no podía negarme. Todo con la misma espiritualidad y el mismo empeño.

Polifacético: así es Don Juan, quien no solo dedicó su vida al ensayo, al poema, al periodismo y a la crítica literaria, sino también al estudio exhaustivo de las costumbres autóctonas. Juega un papel importante en la fundación de los estudios folclóricos y de etnomusicología en el país. En 1948, con motivo de la toma de posesión presidencial de Rómulo Gallegos, Liscano organizó el Festival Folclórico del Nuevo Circo, donde dio a conocer los ritos y bailes típicos. Este evento es considerado clave en la venezolanidad. Cuarenta años después publicó el libro de ensayo Los mitos de la sexualidad en Oriente y Occidente, además de otros ensayos acerca de la dimensión espiritual de la sexualidad, donde intentó integrar su pasado cultural al presente existencial.

 Logré textos basados en prácticas esotéricas y exotéricas donde muestro las grandezas y miserias de la vida sexual y erótica.

 

¿Cuál es su posición con respecto a la diversidad sexual?

—La rebelión del sexo se abre como camino de liberación. Es la prueba radical de que estamos en el mundo y existimos. Para mí la diversidad sexual y la sexualidad son formas de liberación momentánea, de respiración profunda y plenitud ontológica. Es maravilloso poder mostrar esa diversidad abiertamente. Sin ataduras.

Nunca se casó ni tuvo hijos, su intimidad es desconocida. Cuénteme cómo fue su vida amorosa.

—Mi vida personal, mi intimidad, si no se relacionan con mi acto creador, no creo que deba interesarle a nadie más que a mí.

Se atropella con sus palabras cuando siente que una pregunta lo compromete. Muestra su asombro y desconcierto mirando fíjamente a su interlocutor y abre tanto sus ojos que llega a la exageración.

Algunos psicólogos explican que, durante su juventud, Don Juan tenía ciertos problemas de indefinición sexual, razón por la que dedicaba su tiempo a diversas actividades, sin orientarse hacia una en específico. Esto lo llevó a escribir una de sus obras más contundentes: En el vestíbulo, poema autobiográfico donde se define a sí mismo como el hombre del vestíbulo, el hombre que está en ese espacio en tránsito entre una habitación y otra. Entre el mundo de afuera y el de adentro, presto a huir del encierro. El hombre que está atravesando el vestíbulo. En tránsito.

Lo que sí nos interesa a todos es el futuro del libro, ¿cree que el medio digital acabará con el papel?

—Lo digital opacará al papel, pero no conseguirá erradicarlo; creo que ambos se complementan. No hay nada más emocionante para un lector que sentir el contacto del papel, deslizar las páginas y que el contenido permanezca. Es algo que no puede suplir un clic.

A propósito del clic, cuénteme cómo es su relación con las redes sociales, ¿respondería cien tuits diarios?

—No, ¡jamás! Apenas puedo manejar mi correo electrónico. No me cierro a las redes sociales porque son el futuro tecnológico. Pero mi personalidad no se aboca a ese tipo de comunicación que, por lo general, se hace con desconocidos. Me resulta algo difícil establecer comunicación personal con los demás; no me quiero imaginar cómo sería interpersonal.

 

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Su casa es elegante, acogedora y muy confortable. Además de los libros cuyo crecimiento invasor nada detiene, muestra con orgullo y fascinación su colección de cuadros, entre los cuales se pueden ver algunas reproducciones llamativas de las obras de su gran amigo Salvador Dalí junto a su esposa Gala. Tiene una excelente galería nacional. Él mismo recuerda que hace unos  años, desde las columnas de El Heraldo, Fernando Cabrices se quejaba amargamente de que en Venezuela solo podían comprar pinturas Juan Liscano y Miguel Otero Silva.

Las principales aficiones de Don Juan son las investigaciones, la política, el campo,  y los paseos en burro que le recuerdan su infancia en París. No hay nadie a quien  admire más que a Rómulo Gallegos, quien fue su mejor amigo. El ocultismo e ir a restaurantes de comida gourmet son sus pasatiempos. Como poeta al fin cree en el mensaje de las esferas. Viajar en avión es su mayor temor. Pero eso no le impide ir a Margarita para disfrutar de su platillo favorito: langosta en salsa de mantequilla. La única devoción de Don Juan es doña Clementina Velutini de Chacín, su madre, quien dedicó todos sus desvelos a hacer de su hijo único la mejor de sus creaciones.

¿Cuál es su apreciación del panorama político del país en la actualidad?

—Veo un panorama muy parecido al de los tiempos de la Guerra Federal. Cuando la vida y las propiedades eran valores sin ningún respeto. Se debe tener cuidado al pretender implantar una forma de pensamiento, pues la unidimensionalidad consumista del capitalismo y la unilateralidad ideológica comunista conducen a un mismo ahogo, a un mismo sentimiento de fin de mundo, de absurdo, de irracionalidad de la historia, de caos, de infierno, de soledad. En el país la miseria y el hambre están generando situaciones cuyo porvenir no se vislumbra positivo.

Tiene una teoría a la que llama “El hombre nuevo”, ¿en qué se parece su teoría a la que propone el socialismo del siglo XXI?

—No guardan relación, en lo absoluto. El hombre nuevo del que hablo trata de reemplazar al modelo humano del Renacimiento: un hombre cristiano y espiritual. Busca convertirlo en uno con las mismas cualidades, pero con mayor coeficiente intelectual y capacidad para discernir lo que es positivo para el hombre libre. Este cambio, para el que aspiro transformaciones perfeccionistas, puede ser metáfora o hipótesis. Pero tiene sentido. Mientras que “el hombre nuevo” del siglo XXI está por definirse. Es un hombre que vive en un mundo sin lucha de clases ni explotados. Pero apoya su implementación en la fuerza represiva.

¿Cree que podría surgir un “hombre nuevo” en el país, dotado de un desarrollo interior superior como el que describe?

—Incluso en medio del pesimismo, siempre lo he creído. El hombre venezolano posee la capacidad, la fuerza y el tesón. La vía espiritual y la figura de Jesús anuncian, para mí, la posibilidad de resurgencia desconocida, reencarnación o reintegración en la energía cósmica. El mundo es el verdadero infierno, y nuestra tarea es salvarnos en el esfuerzo mental y espiritual de ingresar en el cielo.

Se levantó lentamente. Estrechó la mano a la interlocutora, dándole las gracias. Tampoco hubo sonrisas. Pero comunicó su disposición para otra ocasión.