Lanzar poesía a raudales

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Es cierto: no existe la página oscura. Existe en la ruindad de los diarios que sirven de vocería al poder pero no aquí, en esta colección de poesía que ha editado Kalathos con entusiasmo adolescente. Todas estas páginas —hasta ahora diez ediciones— están llenas de signo y trance, resonancias y evocaciones, vida y luz

Sebastián de la Nuez

Leyendo la colección de poesía editada por Kalathos —es la misma empresa, obvio, de la librería de Los Galpones— uno se entera de que María Antonieta Flores padece bajo las palabras la astuta vida de los insectos. Como ella lo dice suena fácil: se ama; se busca la palabra adecuada; se escribe. Hay que ver el esfuerzo que significa editar en estos tiempos cuando el papel escasea tanto como la leche o la harina PAN. Artemis Nader y David Malavé dirigen esta colección que hasta ahora ha editado diez títulos, cuya producción está a cargo de Carmen Verde Arocha con la asistencia de Rafael González García.

Según Octavio Armand, las palabras son manchas de tinta que iluminan la página; la maduran hasta que rezuma dulzura. Carmelo Chillida (Desde el balcón) recuerda vívidamente un apartamento caraqueño, una tortilla a la española, noches al lado de un abuelo cálido viendo juntos por TV las aventuras de Columbo. María Antonieta Flores en Deletérea dice que el cuerpo es el lugar de todas las batallas: las interiores, las espirituales, y que reconocer el pavor en el cuerpo inicia el camino de la concordia.

Siguen en la colección Edda Armas con Sin negativos ni estaciones; Diario de la urraca del cubano-barcelonés Rodolfo Häsler—una urraca que todo lo mira, pero, sobre todo, los recovecos de São Paulo—; Temples, el otro poemario de María Antonieta Flores en esta serie: allí dejará firmado que debajo de todo lo soñado existe un reino y que ella suele plantar sus bienes, sembrar su palabra, donde las piedras respiran.

También está Nido de tordo, de Eleonora Requena, poemario presentado el domingo 13 en la librería de Los Chorros; Nosotros, los salvados, de Jacqueline Goldberg y Noche sobre noche, de Edmundo Bracho ya están a la venta pero serán oficialmente bautizados en algún momento de 2016; el ya clásico de Rafael Castillo Zapata, Árbol que crece torcido, también forma parte de esta propuesta. Una reedición-oportunidad para volver a escribirse a sí mismo, confesional, autobiográfico. Entrañable estampa en Maturín ante Milena, entrañable igualmente en su temblor al entrar en cierta librería de Chacao sabiendo que detrás del mostrador le aguardaba la ninfa de sus anhelos. Vivencias puestas así, patas arriba: mostrando al muchachito como a las 11 de la mañana con su bozo inconcluso o poco después, a los 20, ojos chillones como queriendo ser de llama furibundos.  No se arrepiente de tanta auto-desnudez Castillo Zapata después de todos estos años sino que más bien se reafirma y exclama en el preámbulo escrito para la ocasión «¿qué mejor causa que la poesía en un mundo apático, sordo a las vibraciones más sutiles y secretas de la sensibilidad y de la inteligencia?»

Leyendo estos cuadernos —mejor que libros— de Kalathos Editorial impulsados desde el entusiasmo, uno entiendo el valor de la resistencia intelectual ante la mediocridad reinante. Es una dura batalla, desde luego. Son 17 años de castración e infamia, violencia y rebatiña. De alguna manera, ante esta calamidad de país y de un pueblo que a veces ha sido ciego y sordo ante la Historia votando sin discernimiento, se yerguen estos intentos de rescate. Es un rescate la obra de Oscar Todtmann Editores. Es un rescate la vida cultural de lugares como el Trasnocho, Hacienda La Trinidad o Los Galpones así como lo que hacen Cultura Chacao y la alcaldía de El Hatillo.

Es un rescate el tremendo esfuerzo aquí reseñado. Han de saber quienes ponen en ello talento, recursos, empeño, tiempo y trabajo, que de alguna manera hacen y practican, a su modo y manera, política. Política de la mejor especie.

Hasta en la última página de cada uno de estos cuadernos se revela un guiño de originalidad: se detalla el tipo de papel,  gramaje, fuentes tipográficas usadas… y el hecho seguramente irrefutable y conclusivo de que este cuaderno que usted, lector, tiene entre sus manos, haya sido editado —por ejemplo— bajo el auspicio del solsticio de Otoño, en el signo de Sagitario y con la Luna en Acuario [así, respetando mayúsculas del original]. O sea, que mucho ha de relacionarse la astrología con la impetuosa tarea de lanzar poesía a raudales desde Santiago de León de Caracas.