Bandejas, tuberías y gazebos

domenica_1

Artista que pinta, borda y trabaja la cerámica y las telas, entre otros materiales, la ítalovenezolana Doménica Aglialoro ofrece actualmente en una galería medio escondida de Colinas de Bello Monte una propuesta sólida, madura y original bajo una premisa: “Es más importante lo que voy a decir que la forma”

 

Sebastián de la Nuez

Doménica Aglialoro invadió las paredes blancas de Spazio Zero Galería con sus tuberías de cerámica aún más blancas. Resaltan en su desnudez utilitaria, trepan muro arriba, se ramifican (“me gustan las articulaciones, los tubos que convergen”) o terminan abruptamente en algo que te pone a pensar, como unas garras o esa erupción en forma de burbuja con un punto de putrefacción en su aspecto.

A ella le gusta armarlas, las tuberías. Le gusta, al tacto, la arcilla moldeable. Trabaja en una habitación de su casa en San Antonio de los Altos y dice que desarrolló estas piezas en un par de semanas; casi salieron automáticamente de sus manos. Advierte que, antes de ponerse en la labor, ya tiene una idea. Los gazebos sí tardaron más, el proceso fue más lento. Hay uno con rendijas al que llamó Búnker, y otro un tanto resquebrajado al que llamó País, no en balde.

Además, perros unidos por sus varas machas tan largas que se pierden en la desmesura, cilindros que le dan vueltas a las víctimas en las cárceles y más tuberías de cerámica que se abren como vaginas o terminan en un pene negro y distendido. O que en el medio ofrecen una fruta, rota o perfecta.

A esta mujer amable le gusta manejar sus símbolos, sus metáforas, con absoluta desenvoltura. Todo el tiempo quiere decir algo con su trabajo, como si anduviera en una militancia. Pero no es feminista, en absoluto. Sí le interesa diferenciar lo femenino de lo masculino, indagar sobre los derechos de la mujer, señalar la violencia de género. Ha expuesto en la Fiscalía a propósito de este tema; y a la bienal Barro de América asistió con una obra que alude al caso Linda Loaiza. Se ha paseado por diversos salones, individuales y muestras colectivas.

“Todos tenemos una dosis de locura”, dice. Representa tales dosis en garras sosteniendo una bandeja de oro —con ella y sus perros encima participó en un salón Michelena dividido por culpa del Gobierno— o aferradas a una tubería. Usa tres colores: el blanco, el negro (se lo endosa a lo masculino) y el rosado, que es lo femenino de una manera colectiva. Lo blanco representa su verdad, la verdad que ella ofrece desde su alma. No trata, en todo caso, de vendérsela a nadie. Por eso se limita a mascullarla, una forma de dejarla colar sin presiones ni panfletos. De allí viene el título de esta muestra, Masculladuras. Lo que va del cerebro a la boca y hace el recorrido de vuelta, sin terminar de plasmarse, de expresarse abiertamente. No deja de ser algo muy íntimo, muy suyo.

Esta mujer rotunda de origen italiano ha observado la violencia de cerca, ya desde su estancia por unos años en Palermo (Sicilia) cuando estalló una guerra de autoridades versus mafia. Aquí ha visto demasiado en los últimos años. Se le han quedado grabados algunos casos, como el de una mujer y su hija que murieron, en un día de visita, en el retén La Planta al estallar una granada por quién sabe cuál causa.

En suma, ella necesita que el espectador sienta o perciba lo que quiere decir. La galería se encuentra en una casa de Colinas de Bello Monte muy cerca de FerreTotal. Quinta Zero de la avenida Casiquiare. No está tan escondida, después de todo.

domenica_61