El perro crucificado

MiguelVonDangel(ArtistaPlastico)

Una de las técnicas de preservación del taxidermista es embeber la pieza en el poliéster. Eso lo aprendió desde muy joven Miguel Von Dangel, un artista plástico de origen alemán radicado en el corazón de Petare. Allí mora. De allí nadie lo saca

Sebastián de la Nuez / Fotos: Oswer Díaz Mireles

En algún momento de su juventud, se le ocurrió que podría capturar escorpiones, encapsularlos en poliéster y venderlos como pisapapeles a los turistas, que los había en aquel tiempo en Venezuela y traían dólares. Miguel Von Dangel pasó por la escuela de artes plásticas  Cristóbal Rojas pero al cabo de todos estos años habla de esa experiencia con desdén:

Dos años estudiando decoración en esa vaina en vez de arte.

Es una persona que habla con total llaneza, incluyendo las palabrotas correspondientes, y no por ello deja de ser un hombre de una cultura universal oceánica. Además es afable y exhala bonhomía.

COSAS DEL CALDERISMO

Al salir de la Cristóbal Rojas, con  18 años o algo así, se dice que debe vivir de algo. Entonces es cuando inventa lo del poliéster y los pisapapeles. Así comienza su andadura de artista plástico. Toma contacto con Manuel Ángel González Sponga, zoólogo venezolano fallecido en 2009 que se dedicó a los estudios taxonómicos de los arácnidos; biólogo y docente con decenas de referencias a sus trabajos en internet. Con él se puso a estudiar Von Dangel y a este maestro sí es verdad que le sacó provecho.

Comenzó a buscar escorpiones, escarabajos y otras sabandijas sobre todo si llovía y podía disponer de una lámpara para atraerlos, ya fuera en la carretera Panamericana o en cualquier otro lugar. Viajaba a diversas zonas del país. Tenían un trato, él y González Sponga: los ejemplares nuevos o raros se los llevaba al científico, y aquellos más comunes, los usaba para lo suyo. Las tiendas de artesanía a las cuales llevaba sus productos le pedían que, ya que viajaba hacia regiones indígenas, ¿por qué no me traes cestas de allá, tejidos de Tintorero, cerámica de Quíbor? Así comenzó un modo de subsistir. Conoció de cerca a los indígenas: cuando los descubre se dice a sí mismo «coño, esta gente está igual que uno».

Álvaro Sotillo le dijo una vez que parte de la identidad del venezolano es sentirse extranjero en su propia tierra.

Una observación muy aguda que lo dejó pensando. Y lo puso a pensar más cuando comenzó a entrar en la dinámica de las exposiciones, el mundo del arte. Se dio cuenta de que se podía escoger entre las tendencias cinética («un constructivismo mal digerido») o marxista («antisistema, tirapiedras»). Cualquier otra alternativa no existía. Nunca ha admirado a Soto, Alejandro Otero ni Cruz-Diez. Lo suyo es Reverón, Bárbaro Rivas, Mario Abreu. Quiso incorporar la antropología y la religión al arte, cosa que inventó su generación, no la anterior. «Qué riñones tienes tú», le decían al principio. «Tú si eres anacrónico con esa cosa religiosa, si eso se superó en la Edad Media…».

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Esa generación de los sesenta de algún modo fue maldita, ¿no? Muchos se quedaron en el camino. Suicidio, alcoholismo, drogas… Entonces un día vengo yo curdo de bola caminando, a dos cuadras de aquí, y encuentro un perro atropellado en la vía. Le digo a un amigo: coño, uno es en este país como ese perro: te atropellan y nadie te para ni bola.

En la curva se devuelve, recoge el perro y se lo lleva a casa.  A la mañana siguiente se pregunta a sí mismo «¿ahora qué hago yo con esta vaina?» Tenía un ratón tremendo y se dijo «ya que uno es eso, imagen y semejanza de Dios, vamos a crucificar al perro». Taxidermia con el perro.

Cuando la pieza así resuelta se expone al público, dos o tres años después, se arma un escándalo en Caracas porque ¡cómo era posible que ese joven le faltara el respeto a Cristo! Unos médicos declararon a la Prensa que posiblemente el autor de aquel perro crucificado expuesto en el Palacio de las Academias sufriera de un trauma psíquico. Por cierto, Von Dangel ha dicho alguna vez que lo único feo, feo de verdad, es la hipocresía.

Aquel episodio del perro crucificado sucedió en el primer gobierno de Rafael Caldera. Hoy, en 2016, se pregunta:

Metafóricamente, ¿qué era aquello sino eso que solté estando borracho?

En la época de Caldera se fue a Boca de Uchire huyendo de la presión social que sufría por el zaperoco del perro crucificado.

Tenía orden de captura en la Digepol y me iban a joder.

Se dispone a pasarse unos cuantos días en casa de un amigo allá en Boca de Uchire y resulta que el amigo era hermano de un individuo comprometido en la guerrilla. ¡Vaya combinación: hereje y amigo de sediciosos! Claro, por allí cerca funcionaba el grupo sedicioso del cerro El Bachiller.

—Qué casualidad todo esta güevonada —le comentó a un paisano de la región, en confianza.

—¿Y usted qué hace aquí? —le preguntó el paisano.

—Sacándole el cuerpo a un problema.

—Qué tanto da.

—Es que encontré un perro muerto y lo crucifiqué, y eso lo entendieron como que yo me estaba burlando de Cristo.

El buen paisano lo escucha con mucha atención. Cuando termina de echar el cuento le dice:

—Coño, pobrecito ese perro, ¿verdad?

El curita que desató el escándalo con el asunto del perro disecado y crucificado era párroco de la catedral. Todo eso tomó un cariz político pues el doctor Germán Borregales —excandidato presidencial en las elecciones de 1963, estirado caballero muy de derechas— andaba cerca y era muy amigo del curita. A Von Dangel lo defendieron los jesuitas, quienes preguntaron si no habría asuntos más graves de los cuales ocuparse en la ciudad.

Miguel Von Dangel es considerado por la crítica uno de los artistas vivos venezolanos más originales y talentosos. Obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1992. Hay un libro del profesor Eddy Reyes Torres, una biografía crítica y documental sobre él y su obra: Miguel Von Dangel y el renacimiento de un arte latinoamericano. Quizás aquel perro que encontró en la calzada, justo antes de doblar la esquina que conduce a su casa, represente hoy a la sociedad venezolana.

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