Ha estado cinco días en la capital de Gran Canaria, ha conversado con mucha gente y se ha tomado un buen vino blanco. Fue invitado por la Nueva Asociación Canaria para la Edición, NACE, aprovechando una gira que una fundación venezolana preparó para que lo conozcan más de cerca en las universidades y centros literarios de España. De Las Palmas marcha este domingo a Tenerife, y luego a la península
Sebastián de la Nuez
El poeta Rafael Cadenas tiene en Editorial Pre-Textos los títulos Obra entera, En torno a Basho y otros asuntos y Sobre abierto, pero desde hace décadas ha sido editado en Latinoamérica. Cadenas camina a paso sosegado. Todo en torno a él es serenidad, aun cuando hable del país que le duele y cuya situación probablemente lo exaspera. En Las Palmas de Gran Canaria ha estado en estos días y le asombran sus calles tan limpias. Ha entrado en El Corte Inglés solo por acompañar a su mujer que ha de comprar un cable de un artilugio tecnológico para una nieta; él queda enganchado a los mesones de libros de la planta baja del local en la avenida Mesa y López. No lo puede evitar. Lo atrae todo o casi todo. En cierto momento protesta:
¡Todavía siguen editando libros sobre el Che Guevara…!
Lleva como dos años sin poder comprar un libro en su país. Si lo hace, gasta la mitad del sueldo que le pagan por su jubilación como profesor universitario. En un solo libro. A Cadenas le gusta leer hasta la madrugada. «Dios es una palabra muy cargada», dice. ¿Ente supremo? «Pero Dios no puede ser un ente. Un ente es esta mesa. Nosotros, la gente, somos entes». Uno de sus autores favoritos, Antonio Machado, lo pone así:
Un Dios existente sería espantoso; ¡Dios nos libre de eso!
De Dios y de otros asuntos habló durante una entrevista compartida en el palacete Rodríguez Quegles este jueves 21 de septiembre en la tarde (calle Benito Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria). Es una antigua casona familiar en medio de la ciudad, propiedad ahora del cabildo insular. Hay oficinas del departamento de Cultura y, sin embargo, no hubo en el encuentro con Cadenas ni un solo representante de ese cabildo. Recordó Cadenas cuando, a principios de los cincuenta, un grupo de estudiantes tomó —o al menos lo intentó— la Universidad Central de Venezuela que entonces quedaba en el propio centro de Caracas. Era la época del general Marcos Pérez Jiménez. Entre los alborotadores estaba el poeta.
Así fue que estuvo cinco meses en la cárcel y luego lo expulsaron del país. Vivió cuatro años en Trinidad, colonia británica. Se convirtió en súbdito de la reina. De allí salieron Una isla y Los cuadernos del destierro, sus primeras publicaciones. Regresó en 1956 y en los sesenta pudo comenzar a estudiar Letras en la UCV. Trabajaba en El Nacional como corrector de pruebas, mientras tanto.
A lo largo de la historia [en Venezuela] casi todos los presidentes han sido militares y, bueno, seguimos en lo mismo.
Musita esas palabras con cierta monotonía en la voz, como recalcando el aciago mandato que el propio pueblo se ha dado. Cadenas es un representante genuino de la generación de los sesenta, cuando varios artistas rebeldes expusieron sus obras revulsivas; en el marco de la gran utopía compartida se desataban grupos inquietos de intelectuales, discusiones, revistas de poesía, humor, narrativa y política. Cadenas fue de Tabla Redonda, cuyos miembros eran admiradores, como casi todos los escritores e intelectuales del mundo en aquel momento, de la revolución cubana. Incluso recibían y leían el pasquín Lunes de Revolución.
Eso cambió porque nos dimos cuenta de que la gesta de los Castro fue poco a poco convirtiéndose en su propia negación.
Habló también del lenguaje: de su decadencia o utilización para hacer política del resentimiento y de las tergiversaciones. El poeta suele apelar, en este punto, a otro autor de sus preferencias: el austríaco Karl Kraus, a quien le tocó vivir entre Hitler y Stalin. Decía Kraus que, como parte del contexto, el lenguaje estaba contaminado y enfermo por la podredumbre general. Y da Rafael Cadenas un consejo a todo aquel que quiera escucharlo (ya lo hizo, por ejemplo, en México cuando recibió el premio mayor de la feria del libro de Guadalajara):
Cuiden su democracia aunque esté llena de fallas, porque puede aparecer un caudillo que utilice a la misma democracia para destruirla.
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A través de su palabra entabla un diálogo democrático consigo mismo y con sus lectores. Ha recorrido Triana y sus alrededores: a veces doblado por el peso del cansancio pero siempre entusiasmado con el entorno, con la charla cercana. Entre el monumento al viento de Martín Chirino y esta calle que rinde homenaje al más grande escritor canario de todos los tiempos, Pérez Galdós, marcha Cadenas con su cartera de lona beige; en ella lleva un ejemplar de Contestaciones, libro publicado por la Fundación para la Cultura Urbana en Caracas. Pero no ha llegado a Canarias. Hay muchas cosas de él, y de otros autores importantes como Eugenio Montejo o José Antonio Ramos Sucre, que tampoco han llegado a Canarias. En lo que atisba un banco allí se sienta a descansar su corpachón dolorido, y otro tanto hace Milena, su compañera de vida, parlanchina y atenta, siempre vivaz y espontánea.
Es esta la tarde del 21 y al rato de sentarse en el banco frente al palacete Rodríguez Quegles, aparecen varias personas para que les firme algún libro. Alguien lo trata de maestro pero a él no le convence tal tratamiento… Rafael es Rafael y nada más.
Hoy, la librería Canaima trae los títulos de Pre-Textos. Los colocan en exposición y venderán algunos ejemplares, aprovechando la ocasión. Al día siguiente también, pues habrá un intercambio de versos y opiniones con el poeta cubano Manuel Díaz Martínez, y los canarios Aquiles García Brito y Antonio Arroyo.
Cadenas partirá luego a Tenerife, donde lo esperan académicos de la Universidad de La Laguna; después, A Coruña, Salamanca, León y Madrid. Lo conocen y reconocen.
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