Esta es la primera de dos entregas sobre el espectáculo-conferencia sobre la historia del teatro en Venezuela que José Ignacio Cabrujas (escritor) y Rafael Briceño (actor) montaron en los sesenta y que resultó en un éxito de crítica y taquilla hasta los ochenta. El hijo de Briceño, José Luis, escribe este trabajo
José Luis Briceño R. / Fotos cedidas por el autor
En 1963 se estrena en la vieja casona de los Ramia, sede del Ateneo de Caracas, El sainete en Venezuela, una autopsia del teatro costumbrista venezolano desde sus orígenes hasta Rafael Guinand.
El texto, producto de una investigación realizada por José Ignacio Cabrujas con la colaboración del actor Rafael Briceño, presenta una conferencia-espectáculo en la cual el dramaturgo describe antecedentes históricos, rituales indígenas, festividades y actos religiosos que dieron paso a dramas morales y posteriormente a sainetes y comedias ejemplarizantes.
Briceño interpreta todos aquellos roles con el tono, la gracia y los acentos regionales y locales que demandan personajes escritos por Ostilio Molina, Elías Calixto Pompa, Leopoldo Ayala Michelena, León Boudet, Bernard Show, Oscar Wilde, Rafael Guinand y el propio Cabrujas.
En este notable e ingenioso recorrido por los orígenes del teatro venezolano, Rafael Guinad, uno de los principales creadores de un teatro sainetero de costumbres, ocupa un lugar privilegiado. Cabrujas en su rol de presentador lo define en profundidad recordando un comentario que le hacía su padre:
Cuando Guinand hacía teatro y entraba al escenario tú comenzabas a reírte y al mismo tiempo te preguntabas por esa risa. ¿De qué me estoy riendo? Y había una sola respuesta: me estoy riendo de mí.
EL ENCUENTRO
“¿Que cómo conocí a José Ignacio?”, le pregunta a Rafael Briceño el periodista Eduardo Fuenmayor, autor de El ausente que voy siendo. Historia de Vida de Rafael Briceño. “Lo correcto sería que él me conoció a mí”.
Con la caída de la dictadura perezjimenista, el Teatro del Pueblo ubicado en la Casa Sindical de El Paraíso comienza a funcionar con el nombre de Teatro Nacional Popular bajo la Dirección de Cultura y Bienestar Social del Ministerio del Trabajo.
Román Chalbaud, su nuevo director, decide ampliar el elenco de actores con la contratación de Fernando Gómez, Gioventina Campuzano, Rafael Briceño, Carlota Ureta Zamorano y Orángel Delfín. Jacobo Borges es el escenógrafo y diseñador de vestuario de la compañía.
El director, Alberto de Paz y Mateo, decide montar en 1960 La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca. “Alberto”, le cuenta Briceño a Fuenmayor, “me ofreció el papel del zapatero que era un viejo desabrido, pero me negué y le pedí el alcalde que era un personaje muy gordo y para hacerlo me ponía una barriga postiza e imitaba el acento andaluz, lo cual me resultó divertidísimo”.
El joven José Ignacio Cabrujas, quien en ese entonces era miembro del Teatro Universitario, acude al teatro. “Señor Briceño, ¿me permite que le estreche la mano?”, le dijo Cabrujas un sábado 17 de julio en un intermedio de la función. “Quiero decirle que hoy es un día muy feliz para mí porque lo he conocido a usted el día de mi cumpleaños. Mucho gusto”.
El segundo encuentro fue al día siguiente, domingo 18 de julio, cumpleaños de Briceño, en el restaurant Jaime Vivas, cerca de la Cruz Roja y del teatro Caracas donde, para celebrar la proximidad de ambas fechas, se mandaron un banquete de comida criolla. La conversación, como era de esperarse, giró en torno al teatro y Briceño se extendió contándole a Cabrujas sus experiencias en compañías de teatro y sus giras por Argentina, Colombia y Ecuador. En algún momento el nombre de Rafael Guinand abrió un paréntesis que les permitió a ambos expresar sus pareceres sobre el teatro costumbrista.
“Maestro”, dijo Cabrujas, “se me está ocurriendo algo que resultaría una maravilla si usted pudiera hacerlo. Por qué no nos lanzamos una investigación hasta llegar a las raíces del teatro costumbrista en Venezuela y hacemos un espectáculo con eso”.
Aquel encuentro con Cabrujas fue el inicio de una larga y fructífera amistad con un autor que le dedicaría a Briceño Acto Cultural, una de las obras más importantes del repertorio latinoamericano y en la cual el actor desempeñó en varias temporadas el papel de Amadeo Mier. Más adelante y en ocasión de los cuarenta años de su vida artística, le escribiría el papel del dictador Juan Vicente Gómez, para la exitosa serie de televisión Gómez, trasmitida por Radio Caracas Televisión en 1980.
¡VIVA GUINAND!
Desde el mismo día de su estreno aquella tarde en la vieja sede del Ateneo de Caracas, la conferencia-espectáculo El sainete en Venezuela se transformó en un gran éxito que sería aclamado con aplausos y grandes carcajadas por parte de los distintos públicos que lo presenciaron en todo el país en las décadas de los sesenta, setenta y principios de los ochenta.
Los años sesenta y setenta representan un momento estelar para el teatro venezolano, tanto por el número de obras exhibidas en comparación con la década de los cincuenta, como por la cantidad y calidad de grupos teatrales, dramaturgos, directores, actores, escenógrafos y críticos que surgieron y conformaron este período tan importante para las tablas nacionales.
La crítica, aglutinada en Críticos de Teatro de Venezuela, Critven, logró conformar un círculo de periodistas e intelectuales que con sus crónicas, reseñas y análisis dejaron testimonio de una época gloriosa, no solo en los espacios reservados para tal fin en los principales periódicos del país, sino en revistas especializadas y en libros como el caso de Rubén Monasterios, autor de Un enfoque crítico del teatro venezolano, ensayo indispensable para adentrarse tanto en el movimiento teatral de la segunda mitad del siglo XX como en la estructura dramática y temática de las obras de los principales autores del período mencionado.
El libro Teatro en Caracas De febrero de 1978 a abril de 1979 recopila las críticas publicadas en la prensa por su autor, el profesor de periodismo y editor argentino-venezolano Guillermo Korn, con fotografías de Miguel Gracia. El texto reseña un promedio de cuatro obras estrenadas mensualmente durante un año, período en el cual el sainete venezolano estuvo representado con tres montajes.
Korn dedica la primera de estas críticas a El rompimiento de Rafael Guinand. La obra se estrenó en el mes de junio de ese año en el teatro Los Cedros bajo la producción del grupo Los Amigos.
Como un homenaje a Rafael Guinand, América Alonso y Daniel Farías estrenan en julio para la inauguración del teatro Cadafe de la avenida Sanz en El Márquez Yo también soy candidato, obra dirigida por José Ignacio Cabrujas.
¡Viva Guinand! es el título escogido por Korn para reseñar esta obra que contó con un programa de mano diseñado con orlas, viñetas y anuncios publicitarios propios de los primeros montajes del autor; un libro de 140 páginas que recogió; el texto de la obra, testimonios de contemporáneos y colaboradores de Guinand; un relato de la hija, Josefina Guinand, y el prólogo de Cabrujas.
Completan esta celebración la creación de América Alonso en el papel de Ramona —quien para Korn resulta tan perfecta que hasta desfigura su estampa para mostrarse como una auténtica gorda sainetesca— y la presencia del grupo musical Los Antaños del Stadiun, cuya participación dio brillo a la función, en especial al “fin de fiesta” donde Alonso recupera la talla y elegancia que le son propias.
A la reposición, en noviembre, de El sainete en Venezuela, Korn dedica el tercero de sus artículos. Cabrujas ofrece una ojeada retrospectiva con la valoración de un hombre de teatro de hoy y de aquí. “Vale decir una visión irónica, por momentos burlesca, afectiva cuando se acerca a Guinand y siempre con humorismo auténtico e impactante”
Se apoya Cabrujas, continúa diciendo Korn, en la asombrosa versatilidad de Rafael Briceño. El crítico no ahorra adjetivos ni disimula su entusiasmo: “Es brillante. Es insuperable. Plenamente y sin regateos hace la parte vital”.
Cabrujas hace la introducción y le da la entrada a Briceño para una escena de El rompimiento de Guinand donde representa un dialogo entre dos vecinas chismosas. Actúa en los dos personajes con voz diferente:
La mímica es tan elocuente como la palabra, digna de un Marcel Marceu. Es el mejor colaborador escogido por Cabrujas. Indudablemente entre los dos se integran en nivel de calidad, en alegría de una expresión teatral plenamente conseguida.
El libreto original escrito por Cabrujas para la conferencia de El sainete en Venezuela se dio por extraviado. Briceño logró salvar algunos textos entre los cuales se presenta como una revelación la vocación de actor del primer presidente de la república de Venezuela, general José Antonio Páez. En una próxima entrega presentaremos la escena escrita en versión criolla por Cabrujas, de lo que pudo haber sido un diálogo entre el pérfido Yago, representado nada menos que por el ministro de Guerra y Marina, general Carlos Soublette, y el celoso Otelo, interpretado por el general Páez.
En El sainete en Venezuela, Cabrujas presenta, narra, comenta e ironiza. Briceño actúa, exagera y satiriza situaciones y personajes vinculados con la historia del teatro. El resultado es una muestra única variopinta de humorismo criollo.
En esta foto, Rafael Briceño en El rompimiento. Con el tiempo la escena entre Catalina y Ramona —en la cual Briceño interpretaba a los dos personajes femeninos— se transformó en un clásico inimitable del teatro costumbrista venezolano.
Estoy gratamente sorprendido por el hallazgo de esta maravillosa página. Es algo digno de comentar. Gracias.