José “Chepino” Gerbasi, periodista de la fuente económica y gremialista, comenzó a los 17 años a trabajar en el diario El Carabobeño haciendo críticas de teatro y cine. Un premio municipal de Periodismo en Caracas lleva su nombre. He aquí una entrevista imaginaria con esta referencia para las nuevas generaciones
Airam Milagros Liscano Inaty
Hijo de inmigrantes italianos que volvió a la tierra de sus padres para realizar sus primeros estudios y luego regresó a Venezuela para convertirse en reportero y gremialista, es música para sus oídos cierto repiqueteo constante y acompasado. Tiene el ritmo sólido y perfecto de la sístole y la diástole del corazón, de un corazón sano que no se detiene ante nada, que no percibe la presencia de otros en la pequeña oficina, la cual huele a tabaco y papel periódico engavetado.
Los diez dedos de su par de experimentadas manos de mecanógrafo golpean rítmicamente la máquina de escribir, y no se han de detener hasta finalizar ese párrafo impecable, esa idea reveladora, esa noticia vital. No hay nadie en la oficina más que él y sus ideas, él y sus palabras.
Pasan 10 minutos. Ahora sí, ya existe el otro. Con una voz rasposa, pegajosa, que arrastra un español lleno de italiano, se disculpa por la tardanza, no podía dejar lo que estaba haciendo por la mitad. Y por no dejar nada a medio hacer es que puede ostentar tres premios nacionales de periodismo, otro de la Sociedad Interamericana de Prensa y un centenar de reconocimientos más.
—Los premios son un honor, una validación al trabajo, un reconocimiento que se aprecia —dice—, pero no son lo más importante. Para mí tiene tanto valor un premio como dar un tubazo, informar lo que nadie sabe. Eso sí es bien importante.
—¿Por eso sigue siendo reportero, para seguir dando tubazos?
—Es eso mismo lo que me mantiene en donde estoy, joven, activo, yo diría vivo. La prueba concluyente de que no soy viejo es que sigo siendo reportero. El reportero es el albacea moderno de la historia. Y es que en Venezuela se hace muy buen periodismo de calle, uno de los mejores de América Latina. En este país la información se cocina allá afuera y no hay manera de ser periodista encerrándose en una oficina. Eso no es periodismo.
—Y entonces, ¿qué es el periodismo?
—El periodismo es un servicio público, es educación de las masas a través de la información. Cada periodista tiene su propia aula de clases en cada hogar del país en donde se lea el periódico en el que trabaje.
José “Chepino” Gerbasi, como desde siempre lo han llamado amigos y familiares, no se quedó educando en los hogares; se fue directo a las aulas de la Escuela de Periodismo de la Universidad Central de Venezuela, como profesor de Periodismo Investigativo y de Opinión. Es uno de esos docentes que se mueven con rapidez, que parece que siempre andan apurados pero no por ello desligados de la clase. Les enseña a sus pupilos que periodismo no es sólo noticia, es novedad, y no es sólo una profesión, es una vida que se escoge.
—¿Qué espera dejarles a sus alumnos?
—A los alumnos se les deja lo que ellos quieran recibir. Lo único que espero es estar ayudando a construir una generación de relevo, porque aunque en esta profesión no se envejece, ya que constantemente nos estamos renovando, se necesita el espíritu de los jóvenes y su energía para seguir mejorando y seguir siendo competitivos. Las nuevas generaciones marcan la pauta a la gente de la vieja escuela, como yo.
AMORES PLATÓNICOS
Desde joven ha estado vinculado con el diarismo nacional. A los 17 años ya trabajaba en El Carabobeño, haciendo críticas de teatro y cine. Ya graduado fue corresponsal para El Universal en Valencia, mientras redactaba los cables internacionales en El Carabobeño, aterrizando luego en la sección de economía de El Nacional, la cual hoy dirige.
Aunado a su constante trabajo en las páginas de la prensa nacional, ha estado involucrado en el movimiento gremial y sindicalista del país, como fundador de la Asociación Venezolana de Periodistas del estado Carabobo, miembro de la junta directiva de la Asociación Venezolana de Periodistas y presidente del Instituto de Previsión Social del Periodista. Parece incansable, como si los años no pasaran en su calendario, aunque un par de ellos los vivió en una cárcel de Ciudad Bolívar durante el régimen dictatorial de Marcos Pérez Jiménez.
—¿Qué fue lo primero que hizo al salir de la cárcel en 1958?
—Ver a mi esposa, darme un baño e irme a trabajar. Yo no salí para vengarme de nadie, el dictador ya había caído. Salí con la esperanza de seguir trabajando. Y eso es lo que he estado haciendo: trabajando, enseñando y cocinando.
—¿Le gusta cocinar?
—Me gusta comer y para ello tengo que cocinar. Mi esposa Ligia, que por cierto me tiene a dieta, dice que soy un platónico de la buena mesa. No sé qué significa eso, pero supongo que es una manera poética de decir que me gusta el buen comer.
—¿Cómo se lleva usted con la poesía? ¿Tan bien como su hermano Vicente?
—Me gusta la poesía y la aprecio como forma artística y de expresión que es, pero ¾una sonrisa tímida se escapa de sus labios y sus ojos, mientras sus mejillas adoptan un tono rojizo más profundo¾ el de la palabra poética es Vicente, él es el que tiene ese don. Nosotros dos amamos a la palabra y al verbo, pero actuamos en campos distintos, él habla el lenguaje de las musas y yo el de la gente, el del país.
Apoya sus dos manos gruesas en la mesa de madera que ocupa la mitad de su oficina, y se disculpa, debe levantarse para comer algo. Aunque desayunó a las 8:00 de la mañana, a las 10:00 debe comer nuevamente. Para José “Chepino” Gerbasi es más importante atender sus necesidades alimenticias que continuar el vanidoso acto de hablar de sí mismo. “Me gusta conversar, pero no me encanta hablar de mí mismo”
Antes de marcharse responde una última pregunta que quedó en el aire.
—¿Qué espera del futuro?
—Para mí sólo hay una manera posible de ver al futuro y esa es a través de mi profesión. Amo el periodismo con la pasión de un enamorado de lo imposible. Pero si con futuro te refieres a la muerte, la muerte es un misterio travieso, es un duende burlón que anda siempre con nosotros. Y cuando dejamos de temerle, cuando creemos que la hemos domesticado, el hado se sale con la suya y nos impone sus designios. Pero yo no pienso es eso, el periodismo y la reportería me mantiene joven, son la fuente de mi eterna juventud.
Esta entrevista imaginaria fue realizada en enero de 2010 dentro de la cátedra Entrevista Periodística, en la Escuela de Comunicación Social de la UCAB.
NOTA ADICIONAL
Nathalie Gerbasi, sobrina-nieta de Chepino (actual ejecutiva senior en la Dirección Corporativa de Desarrollo Institucional de la Corporación Andina de Fomento), colabora amablemente con algunos datos: «Yo lo conocí poco porque falleció cuando tenía 8 años, sé que era cercano a mi abuelo —su hermano mayor— Vicente; que se formó en los Estados Unidos en periodismo y que hizo mucho por el gremio en los 60 y 70. Fumaba tabaco. También recuerdo que casi todos los domingos almorzábamos en su casa gnocchis caseros, con una salsa de tomate de receta familiar. Siempre había gente en su casa, amigos, políticos y conocidos, más allá de sus 6 hijos y esposa.»
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