Librerías en el este de Caracas

Solo en el eje que va desde Plaza Venezuela a Chacaíto, incluyendo el centro comercial, hubo alguna vez más de treinta librerías, aunque algunas de ellas compartían el ramo con la papelería. Zona efervescente, dinámica, atenta a las nuevas tendencias. Librería Suma, tan recordada en estos días debido a su cierre, fue una de las pioneras. Dicen que las librerías son refugio, para el ciudadano, ante los pequeños y grandes males de la vida. Si es así, el caraqueño tendrá que ir buscando otros techos donde cobijarse

 

Sebastián de la Nuez

Hubo un tiempo remoto en que las librerías de Caracas se concentraban alrededor del centro. De hecho, algunas de las más conocidas de la ciudad nacieron allí, luego cambiaron de nombre o de dueño y se fueron mudando más allá de la plaza Venezuela o alrededores. Buscaban el creciente mercado de profesores y estudiantes universitarios o aquellos posibles clientes entre los asiduos de zonas comerciales como Sabana Grande o avenida Francisco de Miranda sector Chacao. Ahora que algo ha conmovido particularmente la sensibilidad del caraqueño (al menos de un cierto tipo de caraqueño), la desaparición de Librería Suma, parece haber un renovado interés —se nota en las redes sociales— por algunos lugares de encuentro y convivencia, sitios para una cartografía de la democracia bipartidista y representativa del periodo 1958-1998. No cabe duda: en esa cartografía hay meandros donde varias librerías tienen destino.

Desde luego, algunas resultan inolvidables por esa condición de techo bueno para entablar amistad, para la cordialidad en el diálogo o incluso en la discusión política. Es un carácter de las librerías en ciudades de muchos países. La regentada por Raúl Bethencourt, con todo y su rostro adusto, fue eso precisamente, un techo para el encuentro y el intercambio enriquecedor. Otro canario librero, Antonio Rivero Suárez, quien llegó en 1951 a La Guaira, recuerda que las únicas librerías que existían en el este para la época eran Lectura y Librería del Este; más hacia el este todavía, Nueva Chacao y La Castellana. Eran negocios, por lo general, creados por matrimonios provenientes de ultramar. La Librería del Este, en el edificio Galipán de la avenida Francisco de Miranda, era administrada por un matrimonio catalán de apellido Pericá. Al poeta Alfredo Chacón se le grabó, en su personal imaginario urbano y juvenil: nunca contaba con el suficiente dinero para llevarse todo lo que le hubiese gustado. Su oferta era estimulante. La señora Pericá jugaba un papel muy importante como cajera y, a la hora de preguntar por algún libro, ella estaba allí antes que nadie para responder.

Rivero Suárez comenzó en la quinta Josefina de Las Delicias, esquina con avenida Libertador, inmueble perteneciente a una familia italiana. Vivía un montón de gente allí. Se la alquilaron a él con todo y su patio que daba a la avenida y un jardín. Luego estableció su librería-distribuidora en la transversal de Bello Monte que comunica Sabana Grande con la Casanova, donde estaba la pastelería Callao, muy prestigiosa.

Apareció Librería Médica París en la Gran Avenida; luego, al lado o muy cerca, Élite, Salvat y alguna otra más alternándose en el tiempo. Élite, hasta no hace tanto, se convirtió en un batiburrillo de reproducciones facsimilares donde predominaban palos mayombe y kimbisa, folletos propios del sincretismo y la hechicería como La regla kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje, Trabajos y firmas de Palo Monte, La palería y las fuerzas de la naturaleza, La alquimia, ¿brujería o ciencia? En fin: ese tipo de literatura. Manuel Siverio se llama (o se llamaba) el último dueño. En 2016 había quien entraba y preguntaba por un manual de chamanismo. Ahora, quién sabe. A lo mejor hasta los amantes de la hechicería han emigrado del país. Nikolajs Sidorkovs, arquitecto nacido en Riga (Letonia) que le ha dedicado su vida a Caracas, recuerda con afecto la Librería Médica París. En los archivos que algún día habrán de ordenarse desde los fragmentos dispersos aquí y allá deberá figurar la familia Paneyko. Hacia 1950, Pierre Paneyko ya estaba pateando esas calles de Dios con sus libros de medicina bajo el brazo, de consultorio en consultorio. Sus padres, él ruso y ella francesa, le alquilaron un pequeño local diagonal a la Cruz Roja en La Candelaria. Así comenzó un pequeño emporio familiar.

Con la desaparición de Librería Suma, la desertificación de Sabana Grande crece en aridez, en deshumanización. Además de Suma y de las otras mencionadas, en ese eje Plaza Venezuela-Chacaíto hicieron fortuna y convivencia librerías como Ludens en Torre Polar, Única en Torre Capriles, Técnica Moulines en Sabana Grande, Humanitas en el Pasaje Lincoln, La Galería —luego Uno— frente a La Vesubiana, Nuevo Mundo —antes Supermercado del Libro—  en la misma cuadra donde hacía esquina el Bazar Bolívar, Fondo de Cultura Económica en la avenida Francisco Solano López, La Gran Pulpería de Libros Venezolanos en la esquina de esa misma Solano López frente a la Alianza Francesa. En el Centro Comercial Chacaíto hubo al menos cuatro aun cuando no necesariamente coincidieran al mismo tiempo: Lectura, Macondo, Alejandría III y La Francia. Ahora hay una venta de textos escolares, autoayuda y algún que otro best seller en la esquina donde antes estaba la tienda para caballeros Wilco (pero según parece también ha desaparecido). Más la Kuai Mare de la zona y El Libro Italiano, entre otros locales que también eran papelería o quincalla. Cuando Le Drugstore estaba de moda con sus espectaculares sánduches o perros calientes con nombres de artistas de Hollywood, boxeadores y bateadores, nada más entrar al lugar tenía un gran puesto de libros que era una delicia.

Mucho antes de llegar a Chacaíto, en dirección oeste-este, existió Cruz del Sur, que había comenzado haciendo historia y tertulia en el centro, de Llaguno a Piñango número 6. Pasó al Centro Comercial del Este, calle El Colegio. Allí estuvo muchos años.