José salió a reportear

El periodista José Suárez Núñez — de origen cubano, radicado en Venezuela por muchos años— falleció en Caracas el 23 de diciembre, a la provecta edad de  90 años. Javier Conde, de una generación más reciente, escribió este obituario que es síntesis sobre su trayectoria vital y profesional. Lo hizo en su muro de Facebook y se transcribe aquí con su debido permiso. Le añadió una publicación anterior (2014) en la cual explica  la relación con Suárez Núñez a través del portal inteligenciapetrolera.com así como un episodio en torno al grupo gremial de periodistas Cuartilla, de exitosa vida durante los años 80

Javier Conde

Su partida en la madrugaba de ayer tuvo que ser eso: una pauta que cumplir, una intuición a seguir, un hilo suelto. Se habrá imaginado que se levantaba de esa cama fría y ajena, de olor de hospital, para verse una vez más poniéndose el flux de mil batallas, ajustarse el nudo de la corbata, chequear que tenía la libreta en el bolsillo y un par de bolígrafos, y tomar la calle. La noticia nunca fue él.
José Suárez Núñez, 1928-2018, asturiano de La Habana, cubano de Venezuela, pertenecía a una estirpe en extinción. Aunque fue capaz de entenderse con internet y montar su propia web, Petrofinanzas, era un personaje de película en blanco y negro. Hildy Johnson en The front page.
Un periodista de 24 horas todos los días de todos los años. Tan reportero como caballero, galante, detallista, discreto. Seductor, y tanto. Hasta hace un par de años cortejaba y mimaba a una novia a la que casi doblaba en edad. Gilda se llamaba. Su particular Rita Hayworth.
Salió de Cuba cuando Fidel Castro —a quien conoció y trató en los tumultuosos días de la Universidad de La Habana de finales de los años 40— y sus barbudos asaltaban el poder. Se fue en el mismo avión en el que huía Fulgencio Batista, rumbo a República Dominicana y luego a Portugal. Pasó a España, buscó y halló raíces familiares en Asturias y, como pudo, logró conectar con el exilio cubano y recalar en Venezuela a principios de los 60, tiempo en que una incipiente y tambaleante democracia se abría paso entre golpes de derecha e izquierda.

Lo cobijó el vespertino El Mundo que Miguel Ángel Capriles había puesto en circulación un mes después de derrocada la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. El destino quiso, hay que consignarlo, que el hijo de aquel editor creador de la poderosa Cadena Capriles (Miguel Ángel Capriles hijo, Michu) se responsabilizara por la atención médica de Suárez Núñez en la Sanatrix, antes de su partida a esa pauta que lo inquietaba una vez más.
Un reportaje suyo en El Mundo de mediados de los sesenta levantó la furia oficial (siempre la ha habido, aunque con distancias, claro) y se exiló en Nueva York, donde pateó calles para The New York Times y el diario La Prensa. Pero pronto volvió, porque aquella democracia ganó la batalla a sus enemigos y amplió el marco para el desarrollo de medios en todo el país y para el ejercicio del periodismo.
En algún momento, que me resulta impreciso, José Suárez Núñez se reconvirtió en periodista de la fuente petrolera, en la que fue una referencia nacional y un guía para las nuevas generaciones que se adentraban en la cobertura de la industria que movía al país. Ese periodista, con un montón de horas de vuelo, que había entrevistado entre otros a Salvador Allende, el político chileno que inauguró la vía socialista al poder por medio de los votos, y que salió a balazos, aceptaba empezar de cero en otra fuente que no era cualquier fuente.
El Diario de Caracas, que circuló por primera vez en 1979 y hasta mediados de los 90 en su versión original, un medio que tuvo entre sus creadores al afamado escritor argentino Tomás Eloy Martínez, y que contribuyó a cambiar la relación entre el periodismo y el poder político, fue el de su esplendor como periodista petrolero. Como reportero cubrió el ascenso de la estatal PDVSA hasta ser una empresa de rango y reconocimiento mundial, codeándose tanto con las figuras locales del ámbito petrolero, como las de talla internacional. Nadie, casi con seguridad, conocía como él los entretelones, la historia menuda, de las grandes decisiones de la industria, el número de taladros activos, la proyección de los barriles a producir… También la indetenible, lastimosa e inimaginable caída.

Suárez Núñez lo contó todo o casi todo. Para EDC, para El Nacional, para TalCual, para la Cadena Capriles, para Petrofinanzas, para Inteligencia Petrolera (en Colombia). Siempre con la ilusión del primer día. Apelando a sus buenas piernas de reportero y a su don de gentes, que le permitió coleccionar un reguero de amigos y amigas, a quienes también doblaba en edad, que lo acompañaron hasta la última pauta.

♦ ♦ ♦

EL CABALLERO DE LA DERECHA DEMOCRÁTICA

José Suárez Núñez merece entrar en el Guinness: debe ser el reportero más antiguo del mundo. La edad, que en su caso es sinónimo de experiencia y saber, para nada lo amilana: todos los días se despierta con la ilusión de dar una exclusiva.

Cuenta José, con la picardía sobria que lo caracteriza, que un buen día de los ochenta, quizás en una tarde de modorra en El Diario de Caracas, lo llamó a su oficina el gerente general Carlos Ball, célebre (tristemente) por un editorial en el que sugería recortar la frecuencia de los columnistas de izquierda en las páginas de la prensa, para preguntarle, sin ninguna clase de rodeos, si él simpatizaba con “los revoltosos de Cuartilla”.

Es preciso colocar un inciso, para los que llegan tarde como diría el amigo Ibsen Martínez, para decir que Cuartilla fue un grupo de periodistas de diversos medios, declarados independientes, aunque con su toque zurdo, para qué negarlo, que sin partidos ni padrinos ganaron en esa década de la antipolítica elecciones en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa y en el Colegio Nacional de Periodistas, en lo que fue una suerte de renovación de esos organismos (aunque hay quien pueda poner en duda eso).

José –que tal vez andaba con su infaltable puro en la boca– le dijo a Ball, después de una bocanada de aire denso y oloroso, que era amigo de “esos muchachos” y, ya socarrón, acercándosele, casi susurrando, le reveló que él se autodefinía como “la derecha democrática de Cuartilla”: algo así como un faro, una pequeña luz, que evitara que los cuartilleros se descarriaran.

Desde entonces José y yo –y muchos cuartilleros– somos amigos inseparables. Es un gran reportero y un conversador ameno y sin tregua. Hombre discreto, de detalles, que conserva un toque señorial, castellano (aunque sus raíces se hundan en Asturias), caballero de fina estampa. Cuando uno va, ya José viene de vuelta: ha hecho periodismo en La Habana, en Nueva York y en Caracas –con saltos a otros sitios para coberturas especiales, como en Viena, donde estrechó la mano de Ahmed Zaqui Yamani. “Estuve una semana sin lavarme las manos”, me escribió esta mañana por correo, recordando el episodio.

José, que tiene 40 años escribiendo sobre petróleo, es colaborador de www.inteligenciapetrolera.com.co, el portal en el que ahora estoy al frente junto con Alfonso Molina. De manera que volvemos a trabajar juntos, como ya lo hicimos en EDC y en TalCual, diario para el cual sigue haciendo sus artículos con una regularidad encomiable: hace poco ya se montó sobre los 85 y, reitero, cada día busca una exclusiva, siempre enfluxado, siempre con aire de quien no sabe nada pero tiene “los pelos del burro en la mano”.

Sus artículos, además de por la página inteligenciapetrolera.com, los pueden seguir por @ipetrolera. Y cuando los lean, si no lo han hecho antes, se darán cuenta de que son distintos, porque JSN ha sido reportero y protagonista a la vez, desde el día aquel de principios de 1959 en que se subió al mismo avión en que Batista abandonaba territorio cubano.

Otro inciso: José no es ni batistero ni castrista (como después se han vuelto algunos tardíamente). Es, sobre todo, un reportero a la vieja usanza, de los que huelen la noticia, de los que teclean con dos dedos, a los que Internet los ha puesto de cabeza pero no vencido. Lo único que está en duda es si realmente evitó que aquellos muchachos se descarriaran. Y si Ball aún tuviera esa duda, seguro que él encontraría la salida adecuada, con la bocanada de rigor.

 

*Este texto fue publicado por JC el 2-12-2014 en Facebook.