Es la casa natal de Francisco Franco, en el número 136 de la calle María en pleno centro de Ferrol, la ciudad de los astilleros y el Arsenal que antes llevaba el apellido del Caudillo. Carga con ese sambenito para siempre, por lo visto
Sebastián de la Nuez
Julio César, del bar Fubolín, en una calle muy transitada de la localidad de Pontedeume (A Coruña), recuerda que cuando era niño y Franco iba a veranear al Pazo de Meirás —cosa que hacía todos los años— no necesariamente se enteraba la gente. Pero cuando las autoridades cerraban la carretera del Río entonces no cabía duda: se decía “ya está Franco pescando”. Hubo un año, 1972, en que vino a inaugurar la estatua de Alfonso X El Sabio frente a la Casa de la Cultura, “una cosa así muy tal…”.
Julio César, bartender de buen carácter, agrega mientras despacha una cerveza:
Nos llevaron allá a todos los niños, todos con la banderita. Me acuerdo del cochazo; se paró Franco a cortar la cinta y siguió calle abajo, la gente gritando “¡viva Franco!” y los niños en fila todos bien limpios… No me acuerdo de lo que pensé, pero cuando murió fue buenísimo porque tuve una semana de vacaciones. Yo tenía 9 años.
Ferrol está a 15 minutos de Pontedeume por una autopista de pago o a más de media hora por los caminos verdes sin pagar un duro. Es el noroeste de la costa atlántica y el enemigo histórico número 1 de España, Inglaterra, le queda enfrente. De allí el desarrollo naval de la ciudad desde épocas tempranas.
Ferrol es una ciudad —no llega a 70 mil habitantes— que antes se llamaba El Ferrol del Caudillo. En una de sus vías principales, calle Iglesia, dos caballeros ya peinando canas desayunan amigablemente en una mesa de la cafetería Ankha. Ambos van vestidos de paisano pero son militares; ambos trabajan en la Armada. La navegación es la principal industria que da trabajo a los habitantes de Ferrol. La compañía Navantia mantiene unas instalaciones gigantescas: Fene – Ferrol. Hay una gran entrada y un gran muro tapando los astilleros y el mar. Navantia es una empresa pública española que construye buques militares y civiles de alta tecnología.
Resulta que los dos caballeros que se toman un café en Ankha piensan distinto en torno a la exhumación del cadáver de Franco en el Valle de los Caídos: uno no ve la razón para que abandone el lugar, el otro justifica la decisión del gobierno de Pedro Sánchez totalmente. Sin embargo, aun siendo ideológicamente diferentes, advierten de que eso no molesta, para nada, la amistad que se guardan.
Del otro lado de la calle Iglesia, pasando una plaza arbolada y la vía principal que atraviesa Ferrol, hay dos museos englobados en una misma edificación pero separados por un gran patio central. Los dos se relacionan con lo naval. En el Museo de la Construcción Naval trabaja Antonio, un experto en el diseño de maquetas. Hace maravillosamente bien su trabajo. Dice ante una pregunta:
—No creo que porque Franco naciera aquí haya habido un favoritismo para la ciudad.
—¿Sus padres eran franquistas?
—Pues sí, supongo que sí, porque no había otra cosa.
En Ferrol no hubo más Guerra Civil que la de dos o tres días en el 36. Pronto la base naval pasó a manos de los nacionales o sublevados y así pudo Franco hacer uso de la Armada para transporte de tropas desde África.
Claro que Antonio, el de las bellas maquetas que imitan flotas navales y puertos y ensenadas, es testigo, o lo oyó de gente adulta que lo rodeó en su momento, de la brecha entre la maestranza y la oficialidad de la Armada, lo cual sedimentó en cierto resentimiento por parte de la población civil. La maestranza es la gente que trabaja en los astilleros y en el Arsenal, personal obrero y operario por lo común muy ligado a la izquierda. Sin embargo, esa diferenciación hoy en día es nula. Sí hubo en los 70 grandes manifestaciones del sector naval con el liderazgo de un sindicalismo fuerte que rechazaba (o rechaza) con ardor el franquismo. Eso acarreó algunas muertes por represión. Pero hoy en día se convive sin traumas a la vista. El grupo que al parecer sigue rabiosamente crispado es el Bloque Nacionalista Galego, que mantiene un concejal (entre 22 que forman la Cámara) en el ayuntamiento de Ferrol. En algún momento llegó a gobernarlo.
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La calle María, distante unas siete manzanas de estos museos, es como otra cualquiera de la parte céntrica de Ferrol. El periódico La Voz de Galicia ha publicado que la ciudad todavía conserva quince vestigios de la época franquista. Deben ser más porque cada uno de sus ciudadanos mayor de cierta edad constituye un vestigio ambulante, sea del signo que sea y por mucho que se hayan aquietado los ánimos.
En esa calle María fue donde nació Franco. Es una calle tan igual a las demás, tan cualquiera, que cae un chaparrón y se moja hasta sus huesos de piedra y cemento, como cualquier otra calle de estas tierras donde la lluvia insiste y es copiosa. No hay alcantarillas, por cierto.
Es modesta esa casa y le clavaron un piso adicional en algún momento quizás lejano. Está cerrada a cal y canto. Tiene un par de enseñas de bronce o hierro que dicen algo imposible de leer porque o bien sus frases han perdido lustre o bien es que la lluvia les ha puesto un tupido velo. A la derecha de la casa está Koke’s, que ofrece a su distinguida clientela 70 por ciento en rebajas de su moda para bebés y niños. Del otro lado, El Ferrolano, un bar bastante limpio que no tiene un alma de cliente dentro a las 3:00 pm de un día laboral.
Entre un bar y una tienda de ropa para bebés se yergue este monumento a las ganas de pasar inadvertido. La casa de Franco no hace ruido ni se promociona ni nada. Solo esas mustias placas, una de ellas con una figura en relieve. Si sus herederos o responsables pudieran, acaso la habrían encapsulado, enterrado o escondido en una caja fuerte para que no le tiren pintura ni le pongan un Pokémon en la fachada. Lo han hecho, eso y más.
La casa natal de Franco es un eco callado, un susurro pasmado, un mensaje cifrado que dice olvídense-de-que-existo hecho de paredes que preferirían, seguro, mimetizarse con el entorno o lograr la invisibilidad. Es la casa que, en buen venezolano, quiere pasar agachada.

Entrada a las instalaciones de la empresa Navantia, en Ferrol.
Qué bueno! Me ha gustado tanto el contenido como tu forma de contarlo.. Me parecía ver y escuchar lo que cuentas. Enhorabuena y gracias.
Gracias, Antonietta, muy amable.
Celebro esta crónica. En mayo visitamos esa hermosa región. Pontedeume era un enclave favorito de mi inolvidable amigo, el poeta Salvador Tenreiro. Esta vez fue una pena estar en Vigo o en A Coruña sin su presencia.
Gracias por el comentario, Juan Ramón. Precisamente fue el amigo Salvadoir quien me llevó, creo que en 2018, a Ferrol en su Peugeot. Buena persona, amable y culto.
Es la casa natal de Franco (Francisco), pero también de Franco (Ramón), el aviador que cruzó el Atlántico Sur en el “Plus Ultra”, junto a Julio Ruiz de Alda, y Pablo Rada. Ramón Franco con una personalidad antagónica a la de su hermano Francisco, había sido diputado por Esquerra Republicana de Catalunya. Una de las placas que hay en esa casa alude al vuelo del “Plus Ultra”.
Buen comentario, gracias.