El 18-O de Omar Pérez

Omar Pérez le enciende un cigarrillo al escritor Rómulo Gallegos (sin fecha).

Pequeño y con la carcajada fácil, a Omar Pérez lo conocen todos bajo un apodo que lo describe con mayor propiedad que su cédula de identidad: el compañerito. Alborotado y dicharachero, sigue siendo adeco, un inquieto comentarista de la actualidad política,  siempre dispuesto a la sabrosa charla. A los 95 años, vive donde siempre ha vivido desde que la democracia le dio las facilidades del crédito: en esa bucólica urbanización de Carrizal. Allí están Panchita Noguera Verne, su mujer de 85, y su hijo Carlos Andrés, quien va de vez en cuando y ha sido el apoyo —a través de las redes sociales— para completar el perfil-entrevista del cual se publica un primer extracto, con motivo del hito histórico 18 de Octubre (1945-2020)

Sebastián de la Nuez

Se solivianta consigo mismo si se le escapa algún dato de su memoria RAM, que abarca, a los efectos del periodismo venezolano vivido en carne propia, desde 1945 hasta el presente. Comenzó en Últimas Noticias, siguió en El País, se fue a Maracaibo con Panorama, repartió Resistencia y en 1956 entró a El Nacional. Eso es apenas un décimo de su historial profesional. En su cabeza lo guarda todo: ahí están José Herrera Cheíto Oropeza y Fabricio Ojeda como militantes de URD; Montes de Oca, Bastidas y Díaz Rangel fieles al Partido Comunista; el negro Strédel en Acción Democrática y Guillermo Álvarez Bajares activista socialcristiano en Copei. Fueron sus amigos, bien los conoció. En aquellos primeros tiempos, la actividad política de cada reportero no significaba necesariamente riñas de oficio ni rupturas personales. ¿Cómo explicar, luego de toda la historia transcurrida, que esta simbiosis entre periodismo y política no le hizo daño al desarrollo del periodismo criollo sino que más bien lo animó, le dio una fisonomía plural, combativa y activista?

Por supuesto que hubo conflictos, sin embargo.

EL GUARDIÁN EN EL CUARTEL

Omar Pérez comenzó como reporterito –es su palabra− en Últimas Noticias de la mano del prócer Francisco José Delgado, «Kotepa». También era de Duaca y primo de su papá. Lo de prócer viene por haber sido uno de los fundadores del Partido Comunista y perseguido por Juan Vicente Gómez. Llegó, pues, a Caracas el joven Omar y estudió Ciencias en el liceo Aplicación pues su intención apuntaba, en principio, hacia la carrera de Medicina. Llegó a casa de una madrina, Omaira Palacio, hermana de su mamá y casada con un viejo militar de cuando Cipriano Castro, el coronel Pedro Felipe Rueda. Había sido hacendado allá en Duaca.

Aunque su norte era la medicina, fue a tocar la puerta del primo de su padre, una vez inscrito en la Universidad, para pedirle trabajo.

Últimas Noticias quedaba en una segunda planta frente a la plaza Bolívar y él se introdujo de una vez a la oficina donde estaban reunidos, en ese momento, Juan Bautista Fuenmayor, Pedro Beroes, Vaughan Salas Lozada y el Chino Víctor Simone De Lima. Sus avales para pedir empleo no eran gran cosa: buen lector y el hecho de haberle sacado 20 a Carlos Felice Cardot, quien después sería canciller de Marcos Pérez Jiménez. Kotepa le comentó que el estudio de la medicina le iba a exigir mucho y que, si deseaba trabajar, le sería difícil compaginar ambas cosas. Pero lo complació, lo puso en el mismo sitio donde tecleaban Raúl Domínguez, Carlos Lezama, Germán Carías y Carlos Jaén. Lo asignaron a sucesos bajo la jefatura de Juancho Fernández. Allí estaban también Rafael Emilio Alfonzo y el fotógrafo Sapito Noguera. Los cablistas eran Fraiz Grijalba y Oscar Yanes.

Una de sus primeras pautas fue la cobertura del 18 de octubre de 1945. De repente llega Juancho Fernández y le dice «mira, hay unos tiros en el cuartel San Carlos, búscate un fotógrafo y te vas», de modo que hoy, después de todos estos años (75, para ser exactos), Omar puede sintonizar en su cabeza un día de sol, un reguero de muertos y un vaho a pólvora.

Se marchó a la pauta con Noguera (¿todavía vive?) y vio al capitán Carlos Díaz Lurce, que por entonces no era capitán ni piloto sino fotógrafo con sus 20 años en flor al igual que él. Lo vio con su pesada cámara Speed Graphic, acurrucado debajo de una camioneta tratando de inmortalizar la sampablera que se había armado. Rememora Omar.

El sapito Noguera y yo le caímos encima al coronel Becerra, ministro de la Defensa, cuando pasó en su carro. Pero nos dijo, como buen funcionario, que todo estaba controlado. Yo llevaba mi libretica y le preguntaba cómo es que usted se llama. Pero de repente vemos a un grupo de soldados que viene a tomar el cuartel San Carlos y un señor marchando al frente con aire marcial. Era el coronel Pereda Bermúdez, comisionado para eso. Cuando abren la puerta del cuartel, imagínate tú, un tipo de 20 años en un rebullicio de tiros, la gente corriendo… Pero como éramos reporteros, nos metimos en lo que abrieron…, ¡y se desató ese tiroteo! Llorando nos pegamos de la pared, yo pensaba «carajo, aquí nos van a matar». Me arrimé a un gordo grandote. Debo haber estado muy nervioso, trataba por el nerviosismo de salir pero el gordo me agarra y me dice que me quede quieto, que para que me maten a mí primero la bala lo tiene que atravesar a él.

Era el Gordo Pérez, Francisco Edmundo Pérez. Después trabajarían juntos en El Nacional. Se la pasaban para arriba y para abajo, contó Omar. Lo quería mucho, el Gordo Pérez. Lo del 18 de octubre terminó de este modo: Omar salió en cuanto pudo y se largó al periódico a echar el cuento de lo que estaba pasando. La gente, en Últimas Noticias aquel 18 de octubre al mediodía, no creía que estaba en marcha un golpe de Estado.

Eso suele pasar, ni los propios periodistas se enteran cuándo un suceso histórico está ocurriendo ante sus narices porque esos sucesos no vienen con una etiqueta, marcados, hay que saberlos leer —y eso ha debido ser difícil en tiempos sin TV en directo y sin redes sociales— o esperar a que transcurran al menos unas horas para leerlos más o menos completos, avizorando, entonces sí, sus consecuencias.

Para sorpresa de Omar, andando el tiempo leyó que quien apoyaba al general Isaías Medina Angarita era su propio jefe, el prócer Kotepa. Medina había eliminado el inciso sexto en la Constitución que prohibía la actividad comunista en Venezuela. Además, fue cercano a  la dirigencia de izquierda. Dice Omar esto:

—Era un tipo amplio, abierto. Y con Kotepa estaba Luis Miquilena.

El hijo de Omar, Carlos Andrés, dice que su padre ha significado un modelo a quien es difícil emular.

Su increíble honestidad y lealtad no se ven en estos tiempos. Aún es mi corrector, mi guía. Su memoria y pluma no son cosas que se puedan heredar, es capaz de recordar fechas, situaciones, personajes con sus historias, y con sus historias colaterales, en segundos. Es un cuentacuentos nato.