Mario y Sergio, juntos una tarde

La tarde del lunes 13/09/2021 en Casa de América. Desde la izquierda Granés, Vargas Llosa, Ramírez y Reyes.

La tarde de este lunes 13 lloviznaba en los alrededores de la plaza de Cibeles, en Madrid. Había una cola de gente frente a la puerta de Casa de América que da hacia Marqués del Duero, es decir, la parte de atrás, contraria a la calle Alcalá. Coincidían Mario Vargas Llosa, peruano residente en España, y Sergio Ramírez, nicaragüense que ahora vive en Costa Rica porque no puede entrar a su país: si lo hace, este escritor que fue vicepresidente tras la revolución que acabó con la dinastía de los Somoza, cae preso junto a 240 reos políticos que Daniel Ortega, tan amigo de Nicolás Maduro, mantiene a la sombra sin fórmula de juicio ni esperanza

Sebastián de la Nuez

Aforo limitado, gente con la mascarilla bien amarrada sobre nariz y boca. Había señoras españolas en la cola, chicos de Costa Rica, periodistas en busca de respuestas. En Casa de América, sitio de las letras y las artes que une a Madrid con todo un continente, se pautó la inauguración, este año, de un festival creado por el escritor sandinista Sergio Ramírez para que Centroamérica cuente lo que tenga que contar y sea escuchada. Los colombianos Carlos Granés y Pilar Reyes fueron los moderadores del foro genéricamente denominado Diálogo sobre literatura y América Latina.

El cuerpo principal fue política (o poder), el español que une y libertad. Los dos escritores hablaron durante casi hora y media y todo lo que dijeron fue oportuno y esclarecedor. Puede que Vargas Llosa no haya sido tan oportuno al interrumpir al presentador, pero en todo caso fue inoportunamente oportuno: habló de la persecución que sufre Sergio Ramírez, desde hace unos días para acá, en su propio país, acusado sin justificación alguna por el régimen de Ortega. La gente presente en la sala aplaudió con ganas (eso saldrá grabado en https://www.casamerica.es/ ) aunque no se levantó de sus asientos, no en su mayoría, para dar su solidaridad al perseguido.

El foro o conversación se hizo como se hacen estas cosas ahora, con dos entrevistadores preparados para ello. Cuando se referían a las literaturas particulares de los países latinoamericanos, ambos invitados nombraron México, Argentina, Perú y Colombia, principalmente. Venezuela estuvo presente cuando se refirieron a Simón Bolívar y a Rómulo Gallegos. Pilar Reyes, directora de la división literaria de Penguin Random House, preguntó sobre el poder de los intelectuales para modificar, con sus escritos, con sus novelas o ensayos, ese concepto o abstracción que es América Latina. «La política, una vez más, se ha vuelto a entrometer en la literatura y eso me da pie, Sergio, para plantearle la primera pregunta: por qué, cuando queremos hablar de literatura en América Latina, acabamos metiéndonos siempre en política».

En Nicaragua hay 240 prisioneros políticos. Sergio Ramírez, premio Cervantes 2018, acaba de librarse de ser el 241 gracias a que estaba en Estados Unidos haciéndose un chequeo médico. Contestó a Reyes diciendo que siempre se ha preguntado cómo será ser un escritor sueco o finlandés pues en Suecia o en Finlandia o en Holanda las cosas son tan distintas que él no sale de su asombro. El primer ministro holandés va en bicicleta a su trabajo; el dictador nicaragüense, mientras tanto, se transporta dentro de una comitiva de cuarenta vehículos sobrevolada por un helicóptero. Es una tradición violenta desde la Independencia, «y esto es lo que definitivamente terminó entrando en nuestra novela (…); es la novela vista como epopeya y también como derrota. Los grandes héroes independentistas terminaron mal, derrotados, como Bolívar o San Martín, o fueron sustituidos por caudillos que nunca se quisieron bajar del caballo».

Caudillismo y autoritarismo constituyen, para Ramírez, una cultura que no le ha permitido a la región entrar al siglo XXI. Esa realidad latinoamericana no es llana, sino que está llena de abismos y cumbres; esto la hace atractiva para la literatura. La novela echa mano de lo que necesita, y la realidad política entra dentro de las necesidades de la novela. Sería muy difícil señalar una sola novela trascendental dentro de América Latina que no tenga que ver con el poder. Por eso, él, Sergio Ramírez, hablaría mejor de poder que de política. ¡El poder, ese vicio, esa ambición que ha doblegado la posibilidad de tener instituciones duraderas, creíbles, verdaderas! Resiente haber participado ‒fue protagonista, más bien‒ en una revolución fracasada, la que defenestró al dictador Anastasio Somoza. Habla de frustración pues aquella ilusión de cambio ha desembocado en otra dictadura inédita, pues está compuesta de Daniel Ortega y su mujer, una pareja  que borra a quienes contribuyeron a derrocar a Somoza para quedarse ellos con el mérito y la historia, como lo hacía Stalin en su tiempo con quienes lideraron la revolución bolchevique. Dice Ramírez que cualquier día aparece Rosario Murillo, ella que jamás participó en ninguna lucha revolucionaria, como protagonista de aquello.  

El antropólogo y ensayista Carlos Granés, por su parte, preguntó a Vargas Llosa sobre la generación del boom, y Vargas Llosa habló de la notable apertura de esos latinoamericanos que reaccionaban o surgían en contraste con los indigenistas, que absorbían influencias múltiples y se fijaban más en las personas que en las nacionalidades. Mencionó como caso emblemático a Borges, aun escapando al tema del boom propiamente dicho: «Esto [su afán por absorber literaturas foráneas] a Borges no le resta originalidad; al contrario, le da una gran originalidad en sus cuentos, en sus ensayos (…); interesante como figura universal de la literatura iberoamericana porque leía en muchas lenguas, incluso las que no dominaba las leía en traducciones al francés, al inglés o al alemán, que sí dominaba. Es una de las características de la literatura hispanoamericana, el no estar condicionada por una tradición sino contar con fuentes diversas».

LO QUE APORTA LA LITERATURA A LA VIDA

Los profesores en las universidades, decía Vargas Llosa en Casa de América, enseñan sobre la literatura peruana o la colombiana o la ecuatoriana…, pero es un disparate, porque la literatura es hispanoamericana y listo, no hay más qué hablar, está escrita en una misma lengua que es el español, y además la problemática que narran desde los diferentes países es común. Se preguntaba qué problemas tiene Ecuador que sean específicos, o que no tenga Colombia o que no tenga el Perú. ¡Ninguno!, se respondió él mismo: los problemas son exactamente los mismos aun cuando luego se han venido diferenciando con la diferente evolución de cada país. Insistió en lo cosmopolita:

De hecho, las literaturas hispanoamericanas son una sola literatura. A Onetti lo marca Faulkner. A Juan Rulfo, en México, lo marca la literatura norteamericana. Está en Pedro Páramo. La literatura hispanoamericana está abierta a las influencias del mundo.

El autor de La fiesta del chivo cree que, en muchos casos, la literatura enriquece la realidad, le da un orden, la organiza; pero el testimonio que da la literatura sobre la verdad de la vida es siempre nebuloso; los propios escritores no saben (o no se imaginan) aquello que han alterado; en general son los grandes críticos, los mejores críticos, quienes establecen la versión que da la literatura, aunque también muchas veces se equivocan.

La verdad es que no sabemos qué nos aporta la literatura, salvo que claramente crea lectores incómodos, gente que no está de acuerdo con el mundo tal cual es, aun cuando muchas veces no acierten [esos lectores] con lo que les provoca exactamente tal rebeldía, aquello que les incomoda. Si el ideal de una sociedad es formar personas críticas, que no estén contentas con el mundo tal cual es, esos ciudadanos deben ser buenos lectores de literatura.

Hablaron mucho más, él y Sergio Ramírez. Ramírez casi contó la vida entera de Rubén Darío. Habló también de su experiencia directa en el poder, en cómo eso primero le cercenó su carrera de escritor (resultó en una larga pausa, una tronera por la que escaparon libros de los que él ni siquiera tiene idea de lo que pudieron haber sido) pero que también fue una experiencia fructífera en el mando, en el poder y sus vericuetos: envidias, zancadillas, los resquemores que suscita. Una vital mina que tal vez después sí le sirvió para retomar su vocación de escritor.

El festival que busca destacar valores de la América Central sigue en estos días a ambos lados del océano, en Casa de América y también por las plataformas virtuales.