Estos apuntes y testimonios sobre televisión y cine en los años setenta venezolanos tienen como principal fuente al cineasta César Bolívar, quien hoy reside en Estados Unidos. A partir de conversaciones actuales y tras una recopilación de materiales de archivo (entre estos, una charla a estudiantes que Bolívar y el actor Luis Rivas protagonizaron en Comunicación Social de la UCAB, en 2012), he aquí el cuento, o al menos el extracto sucinto del cuento, de una amistad y de una película criolla. Eso es lo que precisamente buscaba Bolívar al emprender sus trabajos en cine, la mejor manera posible de contar la historia de una manera que convenciera al público de su interés y pertinencia
Sebastián de la Nuez
El actor Luis Rivas (1944-2017) se formó en la práctica en Mérida, donde nació, pero había sido becado para estudiar en Chile cuando era adolescente y el padre le pagó el pasaje. Sus primeras clases de actuación fueron, pues, en Chile. Al regresar a su tierra, hizo algunas cosas en teatro. Su vida dio un vuelco cuando, en una visita a Mérida, lo vio el dramaturgo José Ignacio Cabrujas durante un acto cultural. Lo invitó a Caracas, a participar en El Nuevo Grupo.
En El Nuevo Grupo, aquel reducto de la movida teatral caraqueña que se escenificaba entre las salas Juana Sujo y, enfrente, la Alberto de Paz y Mateos en la avenida que sube desde la Andrés Bello hacia La Colina, conoció a César Bolívar, probablemente el mejor amigo de su vida. Bolívar, hoy en casa de una de sus hijas en la ciudad de Atlanta, Estados Unidos, cuenta:
Cuando Luis llega a Caracas, se hace realmente profesional de la actuación: entra a trabajar a la televisión de la mano de Cabrujas, es contratado en RCTV, hace el papel de Marcos Pérez Jiménez [Suárez Figueres en la ficción] en la telenovela Estefanía. Es su consagración, el trampolín que lo da a conocer en el medio artístico. Luego hace toda una trayectoria de presentaciones teatrales con El Nuevo Grupo…
Cuando Luis Rivas acompañó, en noviembre de 2012, a su pana César a la UCAB a dar una charla a los estudiantes de quinto semestre de la mención Periodismo de la Escuela de Comunicación Social, explicó cómo fue su incorporación al personaje dentro de la novela:
Yo primero no quería trabajar en televisión ni en cine, pero físicamente me adecuaba al personaje de Pérez Jiménez y para eso me llamaron. Cuando llegué a Radio Caracas Televisión, había una cola de gordos más parecidos a Pérez Jiménez que yo y además yo no quería actuar, me quería ir… pero en la puerta me encontré al maquillador. Me dijo: «Pasa conmigo que te maquillo». En principio Pérez Jiménez no iba a ser un personaje sino una fotografía que aparecía en todas las instancias de poder, pero luego se convirtió en un personaje, por el interés de la gente.
Sobre la impostación de la voz del dictador, Rivas explicó a los estudiantes la alternativa que buscó para imitarla o parodiarla y que a la vez resultase clara para el oyente:
Cuando yo hago Pérez Jiménez, me digo: ¿cómo hablaría Pérez Jiménez? Hice un estudio muy racional del asunto. Y Pérez Jiménez tenía un problema: el frenillo. Los amigos íntimos lo llamaban Boca de Papa, porque él hablaba y no se entendía en la vida real. Yo lo que hice fue imitar a un andino, darle un acento andino para que se pudiera entender en la novela. No imité su voz en ese momento, pero acoplé su voz.
También trabajaría en cine, cómo no, bajo la dirección de su amigo y en films como Homicidio culposo, Colt Comando 5.56 (una película de encargo) y Rosa de Francia. En Homicidio culposo hacía pareja policial con el galán de telenovelas Jean Carlos Simancas. Igualmente incursionó en el humor al comenzar a inventar sus rutinas en el club La Guacharaca, en Bello Campo, hasta las madrugadas. Comenta Bolívar:
―Me acuerdo ―comenta ahora César Bolívar― que sus inicios en el humor fueron en La Guacharaca, donde se iniciaron también el Conde del Guácharo, Claudio Nazoa, Cayito Aponte… Así fue como Luis entró en el mundo de la comedia y así se redondeaba, trabajando en centros nocturnos. También incursionó en la Radio Rochela, como humorista. Pero realmente era un actor dramático, un actor de carácter.
―¿Era muy echador de broma?
―Uffff, un gran imitador y también una persona muy culta, lector insaciable.
Estefanía la escribía Julio César Mármol y la dirigía César Bolívar. Cuando visitó Venezuela la actriz argentina Cipe Lincovsky ―El Nuevo Grupo la llevó como invitada―, trabajó junto a ella haciendo de perro. Dice Bolívar que fue muy gracioso y al mismo tiempo un tremendo reto para él.
―¿Cómo se llevaba usted en el trabajo con Luis?
―Maravillosamente. Su pareja era Miriam, con quien tuvo sus hijos. Compraron un apartamento en Valencia y cuando él venía para Caracas se quedaba en mi casa. Era un hombre de confianza, muy humanitario. Tuvimos una gran amistad.
Hoy en día, uno de sus hijos vive en Perú, y el otro, en Miami. Luis Rivas murió en enero de 2017 a consecuencia de la diabetes, que se le complicó con problemas del corazón.
VIRGILIO GALINDO Y JUAN TOPOCHO
Cuando Román Chalbaud, Miguel Ángel Landa y César Bolívar completan las tres obras de teatro de Chalbaud que se propusieron llevar al cine ―La quema de Judas, Sagrado y obsceno, El pez que fuma― y Bolívar por su cuenta filma Carmen la que contaba 16 años con Mayra Alejandra y Miguel Ángel Landa, cae en sus manos, lee, una adaptación hecha por Salvador Garmendia de un cuento titulado Juan Topocho, original de un escritor yaracuyano no muy conocido, Rafael Zárraga. Bolívar, en sus propias palabras, se abrió para hacer películas por su lado e introdujo Juan Topocho para un crédito cinematográfico. Esa transición entre la productora que habían creado, Gente de Cine, y esta otra etapa, no implicaba rompimiento alguno entre sus tres cabezas. Simplemente, Chalbaud animó a Bolívar a que la hiciera pues él andaba en otro proyecto. Y Bolívar la hizo porque le fue otorgado el crédito, asumió por primera vez la dirección ya que hasta entonces se había limitado a la fotografía de las películas.
Garmendia mismo hizo el guion. Fue filmada en el pueblo de Boraure, un caserío del centro del estado Yaracuy que es capital del municipio La Trinidad, con casi 21 mil habitantes registrados para el año 2015. Dice Bolívar que lo que él realmente quería era echar el cuento, saber contar el cuento; nada de cine intelectual ni mucho menos sino aprender a echar el cuento siendo fiel al guion de Garmendia.
―¿Cómo resultó Virgilio Galindo, se entendió con él?
―Sí, además, era un hombre con un gran sentido del humor. Para él fue un reto porque [el personaje] Juan Topocho, durante la mitad de la película, no hablaba. Entonces, a un actor acostumbrado a la palabra para lanzar el chiste, le costó mucho pero ganó dos premios ese año como mejor actor. Virgilio siempre estaba de buen humor y contagiaba a todo el mundo durante el rodaje. Y además era un tipo a quien le gustaba, sobre todo, aparte del humor, hacer actuaciones de carácter.
Amalia Pérez Díaz, de origen chileno, también formó parte del casting de la película. Al llegar a Venezuela ya tenía una trayectoria y entró a la televisión. Dice Bolívar que era de carácter muy fuerte pero tenía una gran disciplina y su formación era en el teatro, básicamente. En Venezuela es donde hace TV pero también teatro, de la mano de Cabrujas.
―Me acuerdo que José Ignacio en el reparto de El día que me quieras mete a Amalia y mete también a Luis Rivas. Rivas caracterizaba a Lepera, el representante de Gardel. Ahí estuvieron además Tania Sarabia, Gloria Mirós, Jean Carlo Simancas, Freddy Galavís… Fue un gran elenco y un éxito.
―Usted fue bastante cercano a Cabrujas, ¿verdad?
―Bastante. Yo le debo a Cabrujas todo ese aprendizaje que no teníamos en la época. Por eso fue que te conté la vez pasada que cuando conocí a Román y a José Ignacio, cuando Radio Caracas Televisión contrató una serie de intelectuales que venían del teatro, José Ignacio y Román juntos eran los que escribían y yo, al enterarme de que iban a ser contratados, me pegué con ellos para absorber todos los conocimientos que pudieran transmitirme. Para mí, llegaba la gente que sabía y quería aprender de ellos. Porque no había ni instituto ni escuela de cine en Caracas…
―De Cabrujas, ¿qué puede decir como contador de historias?
―No tengo miedo de exagerar: era un genio en evolución, porque era un maravilloso contador de historias. Siempre tenía un proyecto en mente. Entra a las telenovelas porque se planteó ese trabajo como una vía para mejorar los contenidos de la televisión. A él se le debe esa transición desde lo rosa a lo cultural. Fue cuando rompió con aquello de que para la industria no era rentable plantearse una televisión culta. Y cuando se inicia con La Fiera, Natalia de 8 a 9, haciendo luego Gómez I y Gómez II…, las adaptaciones de Rómulo Gallegos para la televisión, todo eso, se empieza a introducir el elemento social-histórico, se hacen obras de autores consagrados como el mismo Gallegos o Guillermo Meneses y todas esas novelas. Ahí mete a Ibsen Martínez como dialoguista, en Campeones.
―¿Qué le gustaría decirle a los jóvenes venezolanos que se están iniciando ahora?
―Es importante que traten de ver esas películas de antes, esas grandes realizaciones que la tecnología ha dejado un poco atrás pero que siguen siendo un referente. Que no pierdan ese impulso de romper barreras y hacer propuestas personales, de su propia inspiración; que logren abrir nuevos caminos a la industria cinematográfica. Sobre todo porque el cine ha evolucionado en contenidos, y técnicamente ni hablar: ¡ha avasallado todas las propuestas anteriores! Digamos que con todo eso se ha creado una nueva corriente cinematográfica. Pero lo importante no es saber hacer dinero con el cine sino saber echar un cuento. Eso es lo que yo le diría a quienes se inician. O sea, dar al público la mejor manera de entrar a una historia, una historia que lo convenza.
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