Pon una estrofa tras otra, Bruce

Un momento de la noche del 12/06/2024 en el Metropolitano de Madrid

Reseña del concierto que Bruce Springsteen y la E-Street Band protagonizaron el miércoles 12 de junio en Madrid, al que acudieron, según la Prensa, unas sesenta mil personas. Duró tres horas y se despacharon una playlist variada y coreada. El cantante no sabe mucho español, que se diga, pero tampoco parece hacerle falta. Hasta el 22 de junio estarán su banda y él entre Madrid y Barcelona

Sebastián de la Nuez

Era 1985 y Bruce Springsteen apenas era conocido en Venezuela. Aparecía solo su trasero en la carátula del disco de vinilo más reciente para entonces. Un trasero metido en un bluyín, claro. Había otra estrella naciente en aquel tiempo (aun cuando había comenzado un montón de años antes), asociada al country-rock y parecida a Springsteen en empaque e intereses, John Cougar Mellemcamp. Cada quien es libre de establecer las asociaciones que considere conveniente. En todo caso, la trayectoria de Springsteen se disparó por encima de cualquier pronóstico y/o competencia. Ese disco del trasero trajo varios hits que hasta el día de hoy, cuarenta años después, repite en cada una de las cincuenta o sesenta presentaciones que hace en estos días por Europa. No Surrender y Glory Days, entre otros. Pero la mejor canción allá dentro fue y sigue siendo una que no tocó en el concierto de Madrid del otro día, I’m Going Down: un barranco. Una armazón simple y metálica de guitarras que literalmente van bajando una cuesta que conduce a las profundidades del alma.  

En fin, los ídolos siempre tocan lo que les da la gana y no necesariamente lo mejor de sí, aunque parezcan todo el tiempo que le hacen caso al público. Springsteen no es un torero; el torero tiene que ganarse a la plebe cortando rabo y oreja o arriesgando el pellejo hasta límites inverosímiles. Una estrella del rock no. Cuando Springsteen salió al escenario ―una tarima repleta de instrumento y ni un detalle espectacular― montado en la plaza del Atleti madrileño donde manda un argentino, ya tenía el público en el bolsillo. El resto debe de haber sido fácil para él. Fácil pero sudoroso.

Una vez apareció en una revista de música pop editada en Argentina una anécdota protagonizada por John Lennon y David Bowie. Es decir, pudo haber sido un invento. Pero es absolutamente posible: la anécdota contaba que Bowie le había preguntaba a Lennon cómo componer canciones. Aquí debe acotarse que Bowie dejó varias canciones muy buenas y una o dos maravillosas. Nada más. De Lennon no se conoce una canción que no sea una joya. Y Lennon le respondía:

―Por una estrofa tras otra y haz que rimen decorosamente.

Eso es todo y suena fácil. Sobre todo si eres alguien tocado por los dioses. En fin, que hay artistas que se crecen en vivo y Springsteen es uno de ellos. La grabación original de Land of Hope and Dreams no le llega ni por las patas a las tomas en vivo y la de este miércoles 12 no fue la menor aun cuando ya el Boss no puede lanzar el grito telúrico ―ya tiene 73― que caracteriza la versión del DVD con sus actuaciones en el Madison Square Garden hacia 1995. Esa pieza maestra y el solo de guitarra de Nils Lofgren en Because the Night ya pagaron la entrada.


Carlos Boyero dice en El País que Bruce Springsteen lo conmueve. Eso está bien. Pero Springsteen no está tan pendiente de conmover a nadie como de compartir una vitalidad que le mueve el piso a la gente. Por cierto que el público madrileño es maravilloso.

El nativo de New Jersey no sabe decir otra cosa que «Hola Madrid» en español. No le hace falta más. Tres horas pegado del micrófono y dándole a la guitarra, sin pausa ni sosiego. Se nota su deuda con la negritud del rhythm and blues en muchos temas, se nota en su banda coloreada.

Una vez comentó, en una de esas galas del Hall de la Fama del Rock, que habían pasado momentos duros en la E-Street Band, que sabía que sus miembros, o algunos de sus miembros, se habían hecho daño entre sí. Deben haber pasado sus momentos duros. No es raro eso en los grupos que pasan tanto tiempo juntos, en un ambiente que debe ser bastante neurótico; por lo general es gente que pasa por periodos graves de adicción a cualquier sustancia. Pero ahí están, compactos alrededor de él, el chico que sigue los modos de John Lennon desde su propio reino, el reino donde la palabra «town» es fundamental.