Probablemente Rómulo Betancourt leyó desde muy temprano Qué hacer, de Lenín, donde el líder bolchevique esboza su plan para un periódico político destinado a cubrir toda Rusia (y esto fue tan temprano como 1902). Betancourt sabía muy bien del influjo que puede ejercer la lectura de prensa
Lo deja bien claro la historiadora Mirela Quero de Trinca en el estudio preliminar de la Antología política: el nativo de Guatire fue “un impulsor y vehemente defensor de la prensa partidista, que además de servir de vehículo orientador de la militancia y difusor de la doctrina del partido, era un medio eficaz para la propaganda agitativa y para la comunicación entre los militantes” [1]. Agitativa es término usado por el propio caudillo. En su memorándum sobre la situación política, sumamente deprimente para las tesis democráticas en ese momento, septiembre de 1955, Betancourt dedica un punto al papel de la propaganda, ligado al de la prensa. Habla allí de tirajes especiales de Venezuela democrática e Informaciones venezolanas, así como de realizar el “viejo proyecto” de editar el pasquín Resistencia en el exterior y hacer que las ediciones entren clandestinamente al territorio a Venezuela[2].
Antes, tan pronto como mayo de 1931, en carta dirigida a Valmore Rodríguez desde el exilio, hace hincapié en la necesidad de la creación de un periódico. Dice que le ha escrito a Josefina Juliac para que asegure al menos 20 dólares para financiar la edición de mil ejemplares. No habla de línea editorial, sino política: «La línea política del periódico la ajustaremos a nuestro Plan, definiéndonos de una vez, francamente y para siempre, anticaudillistas, antiimperialistas, hombres adscritos a una ideología con una fe y una filiación que defender». Finaliza con una afirmación que envuelve el cometido del periódico planeado y revela su confianza en el poder del medio escrito: «Esta tarea de despertar conciencias dentro de Venezuela es urgente. Si no, mañana llegaremos a luchar allá sin que una estaca siquiera se haya afianzado en la masa».
La conciencia de Betancourt acerca de la influencia de la letra impresa se expresa de muchas maneras. Hay un detalle significativo: los libros que sobre el tema de los medios se conservan en lo que queda de su biblioteca en la quinta Pacairigua de Altamira. Un ejemplar de Comunicación y cultura de masas, del venezolano Antonio Pasquali, texto emblemático sobre el poder de los mass media que catapultó el prestigio del profesor Pasquali. El ejemplar de RB fue editado en 1963 por la Universidad Central de Venezuela, y se halla dedicado por el propio autor. Otro, de los norteamericanos Charles S. Steinberg y A. William Bluem (ediciones Roble, México, 1969), titulado Los medios de comunicación social. El de Betancourt es un ejemplar comprado en la librería Índice, en plaza Venezuela.
En carta que dirigió a Roberto García Peña, de El Tiempo de Bogotá, fechada el 20 de enero de 1953, se queja por un artículo en su contra (a la sazón vive en Costa Rica) firmado por el periodista Hugo Latorre, a quien acusa de mentiroso. Afirma que Latorre le sigue el juego innoble a Pérez Jiménez, quien presiona al gobierno costarricense para que lo expulse. En la carta se muestra francamente contrariado y le pide a García Peña que escriba en una nota de El Tiempo «lo que pienses de mí y demuestres inconformidad con que se utilice una colaboración publicada en el periódico para hacerle imputaciones falsas a quien vive en el exilio por no querer plegarse a una dictadura innoble». Lo cual resulta, a todas luces, una inconveniencia ética para el destinatario de su petición.
[1] QUERO DE TRINCA, MIRELA. Estudio preliminar. El tercer exilio de Rómulo Betancourt. En Volumen Sexto de la Antología Política. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas, 2004. Pg. 18.
[2] Ib. Pg. 303.
Rómulo leía de todo