Un bonito oficio

Alexis Romero recomienda por estos días el poemario de Jacqueline Goldberg y la novela sobre el asesinato de Delgado Chalbaud, Sumario. Es su trabajo predilecto, recomendar. Romero atiende Templo Interno –nombre pavoso donde los haya− en Centro Plaza. Deja que los clientes se desplacen a gusto alrededor de un mesón alto y prolijo donde pone a reposar lo último que le ha llegado. Esta es la primera de una serie de entrevistas a libreros caraqueños  

 Sebastián de la Nuez

Dice Alexis que los empresarios del libro son unos especuladores. También dice Alexis que la política oficial es no dar libros a las librerías privadas: una vez un vendedor le ofreció el catálogo de El Perro y La Rana y de Monteávila a condición de incluir en el pedido un lote de libros sobre la revolución. Y Alexis contestó: «Bueno, retire los libros que quedan acá». Sobre la política editorial oficial Alexis piensa algo simple: «Lo que hay es una pésima cultura de negocio».

−Pero a ellos no les interesa el negocio, sino la revolución.

−Es una gran contradicción, porque la revolución que estamos viviendo es un solo negocio.

Por mi parte, pienso en los libros a diez bolívares que he conseguido en la red oficial del Ministerio de la Cultura. Algunas cosas de la Biblioteca Ayacucho, bien editadas. Y le digo a Alexis que he visto, en cambio, títulos de Anagrama sobre los 300 mil bolívares pero en ese caso, dice él, pida que le devuelvan su dinero porque están especulando. Hay quienes desean ganarle, hoy como antes, 700 o mil por ciento a cada ejemplar. Entiende Alexis la situación de inflación y eso que llaman costo de reposición,  «pero tampoco podemos estar exagerando; nos toca ser honestos con el país».

Le pregunto por Luis Alberto Crespo, ya que Alexis también es poeta.

−Como poeta, Crespo tiene un lugar en el cariño de todos nosotros. Como funcionario público tiene asegurado un gran desprecio en muchos de nosotros. Los silencios y las indiferencias son cómplices.

 

TEMPLO INTERNO

El Centro Plaza parece una sucursal de Pdval. Apesta. Lleva años con un problema en sus intestinos y es como si sus áreas comerciales quedaran debajo de una extensa letrina con filtraciones. Templo Interno huele a papel, no a humedad ni a cartón mojado ni a letrina. Huele como si por allí acabase de pasar el escritor Oscar Marcano preguntando qué tanto se ha vendido su último libro. Es un lugar estrecho, con un mesón alto y florido de volúmenes en todo el centro. Hay un sofá para sentarse a hojear lo que usted quiera.

Pregunte que él le orientará. Alexis Romero no es uno de esos zombis pertrechados detrás de un monitor como los de Tecniciencias. No hay necesidad de deletrearle el apellido Coetzee para que lo teclee como es debido a ver si en algún rincón, entre Paulo Coelho e Isabel Allende, se encuentra un ejemplar de Hombre lento. Por cierto, su libro preferido de Coetzee es Desgracia. Y también Vida y época de Michael K.

Alexis ha editado doce poemarios. Es poeta pero no vive en las estrellas. Sabe del negocio librero y de marketing.

Ha instalado ganchos de venta que le dan buen resultado. El cliente puede devolver el libro recomendado, si no le gusta. Lo que debe hacer es conservar la factura y cuidar el volumen. Hay descuentos para profesores y estudiantes. Puedes reservar un libro. Puedes pagarlo por cuotas. Manuel Felipe Sierra, William Osuna y Liborio Guarulla −ex gobernador de Amazonas− están entre sus mejores clientes. Guarulla compra bastante y, lo que es más extraordinario en un político del Amazonas, lee lo que compra. Alexis dice que es un lector acucioso y disciplinado. Lo sabe por sus comentarios.

La fundadora inicial de la librería es una señora judía que comenzó vendiendo cosas esotéricas. Un día entró Alexis buscando un ejemplar de un libro de Carlos Fuentes que es una recopilación de sus artículos. Le habían dicho que en ese libro hay un artículo sobre Simone Veil, autora de particular interés para Alexis. Se pusieron a conversar, él y la señora judía. Mientras hablaban entró gente para preguntar por libros y fue Alexis quien los orientó. Siempre ha tenido memoria fotográfica con los títulos y se conoce las librerías, de modo que se encontró en capacidad de decirle a la gente dónde podía encontrar lo que estaba buscando.

Así nació una amistad y una sociedad. Alexias nunca había sido librero. El esposo de la señora lleva la administración. Alexis hace que la librería se mantenga con una buena oferta. Le dio un giro, comenzó a ir a las editoriales y creó vínculos sustentados en pagos, en transparencia en el negocio. Funciona a pesar de todos los tropiezos.

Lo que más le gusta es recomendar libros. Hay un cliente que es predecible. No suele ofrecer cosas sobre cómo sanar su vida y que si el gato se comió mi queso. No es su especialidad. Pero cuando llega por primera vez alguien y comienza a dar vueltas, después de diez minutos él precisa por dónde va la cosa. Para algo le ha servido especializarse en el área de programación neurolingüística (pero además es profesor universitario). «Por lo general uno entra a una librería para ver con qué se topa. La relación de los lectores no es de búsqueda; es de topamiento. Tú te topas con el libro. Se te aparece. No lo fuiste a buscar»

Y siempre hay un libro que falta. En estos días anda molesto por la ausencia de La conjura de los mantuanos, de Inés Quintero. Lo editó la UCAB y es esencial para comprender cómo se manejaban los empresarios criollos frente a la Corona: hay similitudes.

 

RECOMENDACIONES

Cuando le solicitan ayuda, le encanta. Puede que el cliente le diga que no es lector de novelas pero que quiere comenzar con algo suave. Alexis tiene ganchos para ese tipo de casos. No saca El viejo y el mar. Le da Un viejo que leía novelas de amor, a su parecer magnífica. Su autor es Luis Sepúlveda. O, si el cliente quiere algo un poco más duro, el mismo Coetzee.  Alexis deja merodear a los clientes pero sabe, al rato de verlos, quién es quien. «Hay gente que compra libros para comprender lo que le está pasando a otras personas». Hay un libro extraordinario que se llama La enfermedad como camino, del cual ha vendido más de mil ejemplares. Hace un análisis de la enfermedad desde lo emocional, lo espiritual y lo material. Escrito en los años treinta por dos científicos alemanes. Dice que Eugenio Montejo lo recomendaba muchísimo.

Ver también www.saladeespera.com.ve/saladeespera153/casos-y-rostros/alexis-romero-y-el-zurdazo-de-la-poesia