Su Señoría, Caracas

El rey Felipe II fue quien concedió escudo a la ciudad en el año del Señor de 1771, y ese emblema llega hasta el día de hoy como logotipo señorial de la capital, salvo modificaciones sobrevenidas. He aquí un texto de Arístides Rojas, transcrito (corrigiendo algunas voces y modos arcaicos) de un folleto publicado por el Concejo Municipal del Distrito Federal en el cuatricentenario de la ciudad (1967). Es una manera de celebrar este blog los 450 años de una ciudad tan castigada

 

Arístides Rojas

En la procesión cívica que tuvo efecto en la mañana del 24 de julio de 1883, día del centésimo aniversario del natalicio de Bolívar, a la cabeza del gremio de sastres de la ciudad figuraba un guión de seda blanca, con borlas de oro, que conducía el señor Pablo Velásquez. En este guión está bellamente pintado al óleo el antiguo sello o escudo de armas de Caracas; y el gremio de sastres, al ofrendar a Bolívar con tal obra, quiso sin duda recordar con esto que aquel escudo había sido concedido por el monarca castellano a Simón de Bolívar, fundador en Venezuela de esta ilustre familia.

Ninguna ofrenda más meritoria, desde el punto de vista histórico, que aquella que recordaba al primer Bolívar, el cual tanto contribuyó con sus talentos al desarrollo material y moral de la sociedad venezolana. Se sabe que Bolívar, después de contribuir en unión del gobernador Osorio en 1587 a la fundación del actual puerto de La Guaira, fue enviado por la colonia venezolana con el carácter de procurador cerca del monarca español, y que pudo conseguir de este varias reales cédulas que fueron de mucho provecho al comercio y engrandecimiento de Caracas.

Entre los grandes beneficios conseguidos por Bolívar, fue uno de los principales el que a La Guaira llegaran de España dos navíos anuales de menos porte, con flota o sin ella, para aprovechamiento de los vecinos; y además, un navío de registro anual, por cuenta particular de los habitantes de la capital. Así, la costa de Caracas, al crear su puerto, comenzaba directamente su comercio con el de la madre patria, prescindiendo del de Borburata.

Muchas fueron las reales cédulas traídas a Caracas por el procurador Bolívar, figurando como principales, además de las mencionadas, las siguientes: por la de 4 de septiembre de 1591, Felipe II concede a Caracas un sello de armas; por la de 22 de junio de 1590, la creación de un seminario, y por la de 14 de septiembre del mismo año, un preceptorado de gramática castellana. Estas primeras concesiones del monarca de España en pro de Caracas, pueblo pobre y reducido que apenas contaba veinte años de haber sido fundado, y sobre todo, las que se conexionaban con el adelanto intelectual de los pobladores, como la creación de su seminario, y en defecto de este, de un preceptorado de gramática castellana, están de acuerdo con las concesiones que desde un principio hiciera la corte de España a las diversas capitales de América.

El sello de armas concedido por Felipe II a la ciudad de Caracas consiste en un león pardo rapante, en campo de plata, que tiene entre sus brazos una venera de oro con la cruz de Santiago, y por timbre una corona con cinco puntas de oro; todo exornado con trofeos de guerra (más tarde, por Real Cédula de Carlos III, de 13 de marzo de 1766, este monarca concede al escudo de armas de Caracas llevar una orla con la siguiente inscripción: «Ave María Santísima, sin pecado concebida en el primer instante de su ser natural»).

Desde esta época, Caracas se llamó muy noble y muy leal ciudad, tuvo el tratamiento de Señoría y se le concedió el goce de los privilegios y preeminencias de grande, como cabeza y metrópoli de la Provincia de Venezuela, según lo confirman todas las ordenanzas municipales de la época colonial. (Antiguamente se marcaba con el sello de armas de Caracas, cuando se ponía en venta; operación que era vigilada por el empleado del Cabildo conocido con el nombre de fiel ejecutor). El origen de la venera en el escudo de armas de los pueblos que llevaron el nombre de Santiago, no es sino un recuerdo de la batalla de Clavijo en 808, donde por primera vez, según la tradición, se presentó el apóstol a los españoles en medio de sus batallas. Al visitar el campo después de la victoria, se vio que por todas partes estaba lleno de veneras fósiles: de aquí esta concha en la Orden de Santiago, instituida desde aquellos tiempos. La ciudad de Santiago de los Caballeros, en La Española, tuvo por sello de armas un escudo colorado con veneras blancas; sobre el escudo había una orla blanca y en ésta siete veneras coloradas. Santiago de Chile tuvo su escudo en campo blanco; en medio de él se veía un león rapante con una espada en la mano, teniendo por orla ocho veneras de oro. Así figuraba casi siempre la venera en los pueblos que llevan el nombre del apóstol Santiago; pero, en el escudo de armas de la ciudad de Santiago de León de Caracas, debía figurar también la cruz roja de la Orden, que da al conjunto mucho realce. Este bello escudo de armas se puso en los pendones, estandartes, banderas, escudos y sellos; en las casas, reposterías y principales sitios y lugares de Caracas, así como también en las impresiones oficiales y documentos municipales. Pero hoy solo existe, que sepamos, como un recuerdo que nos ha dejado el tiempo, sobre la antigua fuente pública de la calle Oeste 2.

En la historia de la numismática americana figura este sello en monedas de cobre de 1817 y 1818, y en una medalla de plata de 1812. Las primeras monedas de un octavo y ¼ acuñadas en Caracas en la fecha indicada, llevan por una de sus caras el sello de armas de que hemos hablado. La medalla de plata es la conmemorativa de la jura de la constitución en 24 de septiembre de 1812, fundida en Caracas por orden del general Domingo de Monteverde. Es una pieza del tamaño y espesor de una moneda de dos francos, que lleva por el anverso el busto de Fernando VII con el lema Fernando VII, Rey de las Españas, y por el anverso el sello de armas de Caracas y el lema: D. Domingo Monteverde le proclamó en Caracas en Setiembre 24 de 1812. Antes, en el siglo pasado, figura este sello en las medallas conmemorativas de la jura de Carlos IV, mandadas a fundir por el alférez real D. Feliciano Palacios, en 1789.

¿Cómo es posible, nos hemos preguntado muchas veces, que una ciudad abandone el más bello recuerdo de sus primitivos días, el sello de armas que brilló sobre su cuna y la acompañó en los años de su adolescencia, en todos sus reveses y triunfos, cuando sus primogénitos tanto hicieron para fundarla y conservarla? Este sello debería guardarse con veneración, no solo porque fue timbre de la primitiva ciudad, sino también por haberlo conseguido el primer Bolívar, quien, en unión de Osorio Villegas, contribuyó al progreso y desarrollo de Caracas. En los dos extremos de nuestra cadena histórica, al lado del sello de Colombia y después del de Venezuela, debe figurar el sello de la primitiva Caracas, porque son inseparables el Bolívar de la Independencia y el Bolívar de la Colonia. El sello de armas es timbre de la familia caraqueña, porque sintetiza la historia de su desarrollo, de sus conquistas, de sus aspiraciones, durante el espacio de tres siglos. Cuando se visita cada una de las capitales de la Edad Media, se remonta el pensamiento a la noche de los tiempos, al ver cómo cada una conserva con figuras esculpidas, que hacen desfilar por los campos de la memoria todas las generaciones que se han hundido en el sepulcro. El sello de armas de Caracas, concedido a esta capital por Felipe II, nos recordará siempre a los primeros moradores que plantaron el trigo en el valle del Guaire, los primeros templos, los primeros triunfos en el orden político y al primer Bolívar, que tanto contribuyó con sus luces a la fundación de la Colonia y al engrandecimiento de aquella república compuesta de hombres trabajadores y probos.